Y
tornando hacia el espejo vi mi retrato despojado de insustanciales aderezos.
Alguien
me había quemado la piel y, sin embargo, se mantenía intacta su capacidad
sensitiva.
Alguien
había usurpado mi casa, pero mis posesiones más preciadas las guardaba en el
fondo de mi recuerdo, imborrable ya. Insustituible.
Alguien
había pretendido parar mi reloj, mas sorprendentemente me había detenido en la
más auténtica de las horas.
Y
a pesar de una genuina satisfacción (¡juro!) aún busco algo. El más
inconfesable de los anhelos que esta noche inconsciente desvelo: un poema
eterno, cuyos versos se enraícen entre mi pelo.
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