NO SE PERSIGUE..., ¡ES!

By María García Baranda - abril 02, 2019

   

     ¡Qué tontería tan grande esa de perseguir la felicidad, el éxito o el amor! Perseguir, ¿dónde?, ¿hacia dónde?, ¿por dónde? Que no se encuentran en ningún páramo escondido ni se hallan en cumbre alguna. No caminan, ni corren, ni tampoco huyen. No están. ¡Son! 

    Lo aprendí después de pelearme conmigo misma durante décadas, mitad obstinada, mitad fantasiosa. Cien por cien equivocada. Lo aprendí cuando dejé de aferrarme a ideas ajadas o a otros seres depositarios de tal logro. Lo aprendí en el silencio -¡bello!-, en mañanas tranquilas en las que me dedicaba apenas a sonreírle al mar, a leer sin frenéticas búsquedas de la piedra angular de la existencia, a cantarme canciones livianas. Lo aprendí en una tarde en la que me miré al espejo y me vi, dulcemente, transparentemente. Y me vi con mis ojos y no con los de otros. Y me gusté. Mucho. Pero no como me gustaba anteriormente, toda vez que me daba el visto bueno para el mundo, sino que muy de veras. Lo aprendí cuando supe despojarme de palabras calladas para no molestar. Lo aprendí al dar un paso, luego otro, después otro…, y al llegar a la orilla descansada. Lo aprendí yo solita, cuando saberme sola era una delicia y compartirme un preciado regalo escogido con mimo. Cuando todo cambió. Cuando supe que son y que no están en nada ni en ninguna otra parte. Y que son tan mayúsculos. Cuando me liberé y liberé al mundo de esa pesada carga, y cuando me volví un paraje fresco y fértil para sembrarme vida.

   No se persigue..., ¡es! Era verdad. Y ya, después, hablamos. 

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