¿Mis latidos? No sabría contarte, o por dónde
empezar…, porque son ellos mismos los que eligen su ritmo. ¿Yo?..., yo no mando
en su baile. Son rebeldes, tozudos, idealistas y hasta beligerantes en causas
imposibles. De engañosa eternidad y quimérica fuerza inagotable. Aceleran mi
pulso hasta verme extenuada. Otras veces, en cambio, parecen tan viejitos. Se
detienen al paso, por cansancio. Se paran los relojes y caducan. Dejándome sin
voz, sin reacción alguna, sin risas o sin lágrimas. Sin saber qué sentir, qué
pensar, qué decir… Sin ánimo y sin ganas. Otras veces.
Mis latidos habitan cuanto espacio se topan,
sin preguntar si hay dueños, si la fiesta es conmigo, si soy arte o soy parte, si
se puede pasar. Se contraen y se expanden traduciéndose en un Universo
inabarcable de sentimientos ingobernables:
El
amor infinito y desprendido,
y el terror
a las pérdidas.
Los
días de enconado rencor y de rabia que amargan mis palabras
y el
rictus de mi cara.
La
decepción tan gris ante la mezquindad
que
devora a los seres
… humanos.
La
frustración pesada por no poder cambiar: nada.
Las ilusiones
simples, sencillas e inocentes;
unos
días cumplidas,
otros…
empapadas, ahogadas
por
el súbito golpe de un jarro de agua fría
que
no espero
y que
me parte en dos.
Los
celos y el deseo,
la
envidia provocada por inseguridades no resueltas
que taladran
mi mente.
La
frase pronunciada por tener la razón
y el
golpe de mi mano sobre esa mesa inerte cuando alguien me hace daño.
Los
recuerdos, nostalgias, pasados ya perdidos.
Las
idealizaciones tan equívocas que quebraron mi piel
y tiraron
de mí hasta incrustar mis pies sobre la tierra húmeda.
La
ternura inmortal y el espontáneo llanto ante un pequeño gesto.
La soledad
del alma cuando se hace de noche en pleno día
y el
calor del invierno, si me envuelve un abrazo.
Mis
actos más altruistas sin esperar respuesta
y los
que sí la esperan en forma indefinida.
Y
habrá más…
Mis latidos…, mis latidos pelean por abrirse su
espacio. Y pelean conmigo. Por mantenerse a flote, por romper mi silencio o
cerrarme la boca cuando no me contengo. Por bajar su frecuencia cuando me
duelen tanto e inundar de alegría mi incorregible espíritu.
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