MIS LATIDOS

By María García Baranda - abril 01, 2020







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¿Mis latidos? No sabría contarte, o por dónde empezar…, porque son ellos mismos los que eligen su ritmo. ¿Yo?..., yo no mando en su baile. Son rebeldes, tozudos, idealistas y hasta beligerantes en causas imposibles. De engañosa eternidad y quimérica fuerza inagotable. Aceleran mi pulso hasta verme extenuada. Otras veces, en cambio, parecen tan viejitos. Se detienen al paso, por cansancio. Se paran los relojes y caducan. Dejándome sin voz, sin reacción alguna, sin risas o sin lágrimas. Sin saber qué sentir, qué pensar, qué decir… Sin ánimo y sin ganas. Otras veces. 

Mis latidos habitan cuanto espacio se topan, sin preguntar si hay dueños, si la fiesta es conmigo, si soy arte o soy parte, si se puede pasar. Se contraen y se expanden traduciéndose en un Universo inabarcable de sentimientos ingobernables:


El amor infinito y desprendido,
y el terror a las pérdidas.

Los días de enconado rencor y de rabia que amargan mis palabras
y el rictus de mi cara.
La decepción tan gris ante la mezquindad
que devora a los seres
… humanos.
La frustración pesada por no poder cambiar: nada.

Las ilusiones simples, sencillas e inocentes;
unos días cumplidas,
otros… empapadas, ahogadas
por el súbito golpe de un jarro de agua fría
que no espero
y que me parte en dos.

Los celos y el deseo,
la envidia provocada por inseguridades no resueltas
que taladran mi mente.
La frase pronunciada por tener la razón
y el golpe de mi mano sobre esa mesa inerte cuando alguien me hace daño.

Los recuerdos, nostalgias, pasados ya perdidos.
Las idealizaciones tan equívocas que quebraron mi piel
y tiraron de mí hasta incrustar mis pies sobre la tierra húmeda.

La ternura inmortal y el espontáneo llanto ante un pequeño gesto.
La soledad del alma cuando se hace de noche en pleno día
y el calor del invierno, si me envuelve un abrazo.

Mis actos más altruistas sin esperar respuesta
y los que sí la esperan en forma indefinida.

Y habrá más…


Mis latidos…, mis latidos pelean por abrirse su espacio. Y pelean conmigo. Por mantenerse a flote, por romper mi silencio o cerrarme la boca cuando no me contengo. Por bajar su frecuencia cuando me duelen tanto e inundar de alegría mi incorregible espíritu.



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