EL COLOR DE TU NAVIDAD 🎄🎩

By María García Baranda - diciembre 23, 2021

 


 

Le he escrito tanto y con tan múltiples matices a la Navidad, como estados de ánimo he experimentado en esas fechas año tras año. Releía estos días algunos de esos textos y repasaba renglones: 2013, 2017, 2015, 2012, 2018, 2016, … una década abrazada al denominador común de la melancolía, años en los que cocinaba esperanzas, pero masticaba realidades y me alimentaba con la savia del amargo bálsamo que le extraía a los aprendizajes forzosos. Releía todo aquello a sabiendas de que, con esa memoria sensorial fotográfica que me acompaña, tal vez nunca pueda olvidar todas y cada una de las emociones que experimenté en cada momento. Ni las buenas ni las malas. Ninguna.

 

Y del mismo modo era consciente de que soy capaz de rememorar con cristalina luz -seguramente edulcorada y selectiva- lo no publicado ni puesto entonces por escrito; aquello acontecido hace ya mucho tiempo y que comienza en esa edad en la que el definitivo pistoletazo de salida de las fiestas sonaba en mi cabeza -como en la de la mayoría- con la voz de la radio retransmitiendo el sorteo de la lotería de Navidad. Mañanas en las que mi madre me envolvía con aquel traje de pastorcilla que, seguramente por mi afición a disfrazarme, me encantaba, y cuya única pega era la de unos leotardos que picaban demasiado. Días en los que portaba orgullosa la pandereta con sonajas dobles -y rotulada con mi nombre por esa caligrafía inconfundible de mi padre-, y los espumillones de dos colores para cantar en el cole y decorar la clase. Recados de última hora en las tiendas del barrio. Villancicos a tiempo completo que nunca saturaban mi cabeza. La bandeja de postres preparados con mimo y que fue, tal vez, mi primera incursión entre fogones para contribuir a tanta celebración navideña. Árbol colorido y luminoso, y Belén... creciente cada año. Y ese olor a tostadas de Navidad que inundaba mi casa desde primera hora de la mañana y que se mezclaba con los primeros sofritos de los platos más tradicionales de mi familia. Recuerdos que compartiré probablemente con casi todos los que me leéis, pero indisolubles para mí al detalle minucioso y exacto de lo que pensaba al tiempo que hacía cada una de esas cosas. Podría repetir algunas de esas frases construidas entonces en mi mente con las que pensaba en este hoy ya adulto, en esa pasada década de la que hablaba al comienzo de este artículo, e incluso en dentro de unos años… Pensaba y sentía con inmensa felicidad, con entusiasmo y muchísima vida en mi interior; pero también con una considerable dosis de nostalgia, de esa que se siente cuando tienes la certeza de que la mayor parte de las navidades de tu vida habrán de estar regadas por un echar de menos perpetuo.

 

Esta manera mía se debe a ciencia cierta a esa precisión que me calco en cada remembranza, como si con ello quisiera agarrarme a la vida y ante cada imagen responderme  a la pregunta: ¿valió la pena? Por ello soy capaz de llorar a mares con cada olor y cada melodía de las navidades que me preceden. Me repito también que, a pesar de todo, no quisiera caer en el tópico de que las navidades son tristes si hay huecos vacíos a tu alrededor. Siempre los hay. Y cada vez serán más. Y el color de la Navidad de cada año dependerá mucho del carácter que se gaste tu fantasma de la Navidad presente, de cómo se lleve con el de la Navidad del pasado y del miedo que le tenga al fantasma de la Navidad del futuro. ¿No era eso lo que nos contaba Charles Dickens? Así que hoy, ahora, en este minuto exacto miro únicamente a mi corazón y es en él en el que hallo la respuesta. Inmensa, candente, única y verdadera. 

 

Feliz Navidad a todos.

  • Compartir:

Tal vez te guste...

0 comentarios