Merece
la pena adentrarse en el mar de lo desconocido
y
dejarse ir sin sextantes, sin rumbo, sin destino.
Merece
la pena despojarse de etiquetas y de fórmulas,
de
patrones prefijados por quien apenas sabe de la vida ajena.
Merece
la pena desnudarse de prejuicios y mirar a la cara de la gente,
respondiendo
tan solo a la llamada aguda de su voraz instinto.
Merece
la pena no saber y no darle importancia al desconocimiento
de
cuanto haya de venir a llenar esos días y esas noches.
Merece
la pena…
Devolver
una cómplice sonrisa esbozada en idiomas que solo dos conocen.
Abrigar
la caricia pausada en la penumbra de una cálida noche.
Y
besar lentamente hasta morder el cuerpo, hasta morderse el alma.
Y
regalar la mirada punzante a unos ojos hambrientos de sentires.
Y
dormir sin pasado, y soñar sin mañana.
Por
todo eso, tan solo por eso…, merece la pena.
0 comentarios