NADA ES LO QUE PARECE

By María García Baranda - agosto 27, 2018

  


     Los recuerdos son los frutos que el paso del tiempo ha cultivado sobre los deseos no alcanzados. También son esos buenos momentos extintos que nunca quisimos que se desvaneciesen o la dulcificación idílica de algo que esperábamos que fuera una delicia, pero no lo fue tanto. Los recuerdos son, por tanto, recreaciones de la mente, imágenes adulteradas para facilitarnos el camino. Una ilusión óptica que nos llena el estómago de buenas experiencias y nos satisface por la vida vivida. Así que sonriamos y cuando creamos estar inmersos en la nostalgia recordemos que no es tal, sino solo un bálsamo que nos hidrata el cuerpo ante las sensaciones de vacío o la impresión de no haber sentido con suficiente intensidad.

    Las pesadillas en cambio no son tan mal asunto. Nos hacen un favor, o dos o cuatro, pues son alarmas de un reloj interno que puntualmente nos avisa de donde se halla la frontera que no hemos de cruzar. Postales del pasado con vivencias no gratas que no repetiríamos ni locos. Pero aun así, por si fuese preciso, por si nos pilla distraídos, su timbre nos refresca la piel del suceso en cuestión y gracias a ese sueño convulso y agitado ponemos mala cara al despertar y fruncimos el ceño. Vade retro.

    ¿Y los sueños? Depende. De esos hay de dos tipos. Existen sueños de color blanquecino, brisa fresca y luz tenue. Ni rápidos ni lentos, ni estridentes ni mudos. De un sabor agradable y leve aroma a hierba apenas perceptible. Esos son de los buenos, son proyectos a punto de cumplirse, impulsos que seguir, cambios de vida o ganas de crecer. Pero junto a estos existe un amplio grupo de sueños recreados en una inmensa gama de colores extraños y brillantes, olor a esencia exótica, y sabor a especias de oriente y a dulces jugosos. Proyectan una fuerza que hacen tender la mano con ansia y avaricia, pero nunca se alcanzan porque son espejismos. Son disculpas para no hacer lo que debemos, para ser conformistas con desgana y rendirnos al mundo. 

   Así que no te engañes. Piensa bien lo que piensas, no des nada por hecho. Nada es lo que parece.




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