El corazón es un instrumento que viene sin libro de instrucciones, pero instruir al corazón es el mejor camino para que deje de ser instrumento y se convierta en tu mejor arma. ¡Paradojas de la vida! Cuando te lo dan viene programado por un sistema de serie bastante básico. Y eso no habría de suponer problema alguno, siempre podría enriquecerse con algún complemento, si no fuera porque está estandarizado, despersonalizado, desnaturalizado. Falla. De A a C, pasando por B. Y,… ¡no, no, no! Porque supuestos hay veintisiete, tantos como las letras tiene el alfabeto, y a veces para volver a A hay que pasar por Z. Así que, paso obligado: desprográmalo. Desinstala el sistema que viene de serie y crea el tuyo propio, uno que se adapte a lo que te vaya sucediendo. A ti y a las personas. No des por malo lo que no se parece a lo que te contaron. Ni por bueno lo que la gente cuenta. ¿Qué sabe nadie cómo eres tú por dentro? Diseña tú el camino.
El corazón es un mecanismo sofisticado y armónico. Tic, tac, tic, tac,… y algún toc, toc repentino si alguien llama a su puerta. A veces, imperfecto, se atasca, sí, pero si le das tiempo para descansar, vuelve a retomar marcha. Y no pienses en eso de que un día se detendrá, ¡que no vas a enterarte! Disfruta aquí y ahora. ¿Qué sientes hoy?, ¿qué vives? Pues eso es lo que cuenta.
El corazón es frágil, sí, pero no nos pasemos, que vamos a añoñarlo. Como esos padres sobreprotectores que no dejan que sus hijos lloren, ni que se hagan heridas que aprendan a curar, que sufran y reparen; igual que ellos, lo superprotegemos. Entre algodón tratamos de que no duela más, y lo echamos a un lado. Y nos da miedo usarlo. Lo metemos a veces dentro de una vitrina, sin que nadie se acerque, sin que nadie lo toque. Pero es inútil, pues quien quiere tocarlo lo hará solo pensándolo. Y nos llegará el beso y su caricia. Así que deja que lata, deja que se acelere y se lamente. Que tenga miedo y niegue. Que acepte y que se enfade. Que ame. Que respire. Es de buen conformar y poco le hace falta para sentirse lleno. Y sí, blandito nos parece. De espuma y esponjoso. Solo es la cobertura. Alguien la puso ahí para no hacernos daño, clavarnos los tornillos o pincharnos los dedos con sus ruedas dentadas. También para cubrirlo y protegerlo a él. Salvar su mecanismo, que a veces machacamos nosotros mismos. Lo saturamos de ganas, de sobreexcitación, de nervios. O dejamos que vaya enroñeciendo el tiempo su fina maquinaria. De no usarlo o de lágrimas.
El corazón es tuyo. Sácale su partido. Y no le tengas miedo. Reconciliate Vive, late con él. Y ama. Ama mucho. Ama del todo. Mientras estés aquí. Mientras sepas que sientes. Como yo. Ahora. Siempre.
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