Ser feliz es un propósito. Estar dispuesta a ello.
Un querer para poder y un poder porque yo quiero.
Es una suerte llegada de alguna parte, de otra vida anterior.
Detectada y trincada en el momento justo,
antes de que los lobos devoraran todo aquello que no es suyo.
Ser feliz es una oportunidad vista con los ojos abiertos como platos
y los pelos de punta de emoción.
Es escuchar un clic.
Es el saber vivirlo, desatarse por dentro y decirse que sí.
Es haber recorrido los caminos con mucho sentimiento, tremendo,
y con toda verdad.
Es desatar los nudos que te atan a los miedos.
Ser feliz es despertar un día, y después otro día, y luego otro,...
queriendo que no acabe la vida junto a ti, mimándote la piel, mirándote a milímetros, cuidando el que me quieras.
Y quererte yo a ti.
Que me brillen los ojos cada vez que te veo
y te oigo susurrarme con esa voz tan cálida.
(Aquello que me dices lo guardo para mí; no dejes de decírmelo).
Es lanzar un suspiro como cuando era niña, solo por ser feliz.
Y escuchar todo aquello que a ti te pertenece.
Tu sentir, tus ideas, tus fallos y tus sueños.
Y que me guste todo, si se trata de ti.
¡Que me entusiasma!
Ser feliz son mis días contigo y es el cómo me miras.
Ser feliz es estar tú en mi vida. Y que esté yo en la tuya.
Para mí. Para ti.
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