¿Qué sucede cuando el aburrimiento
vital se abraza fuertemente a un sentimiento obsesivo? Pues sobreviene el caos
existencial, ni más ni menos. No hay nada mejor que contar con un exceso de
tiempo libre vital para que el coco se desmarque y obsesione por placebos y
sustitutivos de los auténticos engranajes que han de darle sentido a la
existencia. Y remarco: tiempo libre vital. No me refiero al material ni al
horario, sino a la ausencia de momentos en los que verdaderamente nos dedicamos
a recordar lo que somos, quiénes somos y qué pasos hemos de dar para no dejar
de sentirnos plenos con la vida que llevamos.
Naturalmente, la tarea no es sencilla y solemos
despistarnos -voluntaria o involuntariamente-, de vez en cuando. La búsqueda
del placer inmediato es una tendencia evidente y comprensible. Sin embargo, es
preciso mantenerla a raya para no confundirnos por el camino y hacernos con un
conjunto de frivolidades que en absoluto va a concedernos la agradable
sensación que el estar en satisfecho con uno mismo otorga. Cuando se echa la
vista atrás y observamos que los últimos años de nuestra vida se esquematizan
en torno a un listado propósitos cuidadosamente jerarquizados, ha llegado el
momento de poner pie en pared y tomar medidas. Esos, permítanme decir, esos no
son planes de vida. Son el top ten de una constante obsesión
por lograr el estado que en ese momento creemos ser esencial para alcanzar la
felicidad. Matizo que tener un proyecto entre manos no solo es positivo, sino
incluso esencial para continuar rodando y crecer. Pero si el proyecto no
procede de lo más hondo de nuestra necesidad individual, del fondo de nuestras
entrañas puede traer consigo consecuencias fatales. La primera es caer de lleno
en el pozo de la obsesión compulsiva, por lo que si el logro no llega a
nuestras manos en el tiempo y forma planificados, la frustración se quedará a
vivir con nosotros arrasando al tiempo con el resto de las facetas de nuestra
vida. La segunda es perder la percepción de quiénes somos realmente, porque en
lugar de poner dicho proyecto al servicio de nuestra realización personal,
seremos nosotros quienes nos convirtamos en sus fieles asistentes, caiga quien
caiga y cueste lo que cueste. Constancia y perseverancia sí, toda. Obsesión
tóxica y enfermiza, no. Pues esta última procede del aburrimiento vital que
mencioné al inicio y que termina por convertirse en patológico en menos que
canta un gallo.
Por tanto, como la que aquí escribe es consciente de que
ya atravesó por alguna nada recomendable etapa de similares características,
hoy se dice y se recuerda que no habrá de convertirse en esclava de sus deseos,
sino que serán estos los que habrán de estar a su servicio. Y de paso se lo
aconsejo a quien le pueda interesar.
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