DEVORANDO A SUS HIJOS

By María García Baranda - diciembre 03, 2018




      Hay seres realmente aniquilantes y aniquiladores, seres que de tan propio amor como profesan son maestros en el arte de eliminar todo aquello que, a su juicio, ensombrezca lo más mínimo el camino hasta su objetivo. Nunca nada tan valioso, nadie tan trascendental; salvo sí mismos.
      Y es que tal es la enjundia de su empresa -sea esta revolcarse por el barro-, tan esencial su existencia para el resto y común de los mortales, que darán por justas las acciones que el destino haya de tenerles preparadas, si es por bien. Propio. 

      Y así, habrá quienes desgarren cuellos al paso de sus besos secos y sintéticos, posicionen sus pies encallecidos sobre el hombro del vecino, sorban la sangre hirviente de un país al que denominan patria. Habrá quienes cosifiquen, materialicen, expriman y utilicen al amigo o a la amante, al servicio de su yo más consciente. Y habrá quienes engullan sin marcar sus dientes, desentrañadas madres que devoren a sus hijos, si es preciso, como Crono; temerosas de ser despojadas de su efímero y ridículo trono. Devorando a sus vástagos hasta ser obligadas a expulsarlos, hasta ajustar las cuentas, hasta autodestruirse.


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