¿LA VIDA ES UNA GRAN MENTIRA?

By María García Baranda - diciembre 16, 2018






     "La vida es una gran mentira". Acabo de leer esto en una de las columnas de opinión de Rosa Montero en la que, más allá de abordar el extendido uso de la mentira como práctica patológica, formula que todos y cada uno de nosotros vamos diseñando nuestra existencia a base de mentiras, no solo dichas al resto sino a nosotros mismos. Y así me he quedado. Pasmada. Reelaborando el concepto para mis adentros y tratando de masticarme eso de que la vida es una gran mentira. Una gran ilusión que vamos tejiendo, zurciendo agujeros y añadiendo remiendos y nuevas extensiones de telas brillantes y coloridas. Hasta que se desgastan y hemos de remendarlas de nuevo. Y así, una y otra vez; como Penélope pero sin deshacer lo hilado. Y tal vez sea cierto y no del todo malo. Pero con matices.

   Siempre creí que mentirse a uno mismo es el peor de los cánceres que uno puede generarse. Es cobarde y mezquino, absurdo a corto y largo plazo, nada inteligente y desde luego una deslealtad añadida hacia los demás. Conozco a muchos -todos conocemos, seguramente- que ocurra lo que ocurra en sus vidas siempre hallan un pedazo de empedrado sobre el que volcar las culpas. Un “me vi obligado”, “es que no era feliz”, “no me quedó otra”. Se les hace costumbre natural, interiorizado hábito del que no son capaces de despegarse. Y así, de ese modo, cada vez que lían una muy gorda de sus bocas sale la expresión perfecta que razona y justifica el exacto trayecto de cómo llegaron al punto en el que se encuentran. No hay nunca un reconocimiento de haber metido la pata o haberse comportado estúpidamente, sino que es el mundo el que en su rotación y traslación, los ha movido hasta esa coordenada. Mantel tejido de recortes. 
    
     Y luego está el uso más dulcificado de la mentira, el que al parecer usamos todos con nosotros mismos para hacernos el camino más llevadero. Esa que aparece para digerir los acontecimientos más duros y que consiste en decirnos que todo estará bien cuando aún no sabemos si así será, que el dolor pasará pronto cuando todavía las carnes están abiertas, o que las cosas habían de ser así cuando estamos absolutamente perdidos en el desierto. Algunos lo llaman racionalidad constructiva. Yo coraje, fuerzas de flaqueza y ausencia absoluta de pamplinas. Y pensándolo, esa suerte de mentira -si es que se la puede llamar así-, no me parece del todo mala, no; siempre y cuando, si y solo si, conlleve no engañarse nunca profunda e internamente. 

   Así que tal vez y visto de ese modo, la vida sea una gran mentira, sí. Pero me quedo únicamente con las que nos siguen haciendo sonreír a pesar de los golpes. Aquellas que consisten en convertir nuestras propias vidas en el vistoso lienzo tornasolado aun con brochazos, el poema de imperfecta rima, la novela creada a retazos de días y de noches, la alegre canción tocada en esa orquesta plagada de intérpretes, o el tapiz retejido y renovado. Esas tal vez. Que a mí, de vez en cuando, me gusta acariciar mis remiendos, mis torpezas y rotos, que son míos; y admirar las diversísimas telas que componen el tapiz de quién soy, de lo que he vivido y de lo mucho que siento. Que me suena a verdad, verdad conmigo misma. Porque lo es. 



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