Me gustan las sorpresas de la vida, lo
imprevisible.
Pero no me gusta no saber el terreno
que piso.
Me gusta apostar a un juego sin diseño
ni etiquetas.
Pero no me gusta contar con menos
cartas que mis contrincantes.
Me gustan las palabras no dichas
cuando los actos hablan.
Pero no me gustan los silencios que
esconden confusiones.
Me gusta improvisar y que la vida
hable por sí misma.
Pero no me gustan los cambios de guion
sin previo aviso.
Me gusta aquella isla a la que lleva
el viento de poniente.
Pero no me gusta arribar yo sola hasta
su orilla.
¿Resultan estas máximas tal vez
contradictorias?
Sí y no.
Solo hay que conocerme y saber
que las palabras justas todo lo
solucionan.
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