(14 de septiembre de 2017)
¿Elijo uno?, ¿el mejor momento del año que se ha ido?, ¿solo uno? ¡Ay!... Suelto un largo suspiro. No me resulta fácil. El último trimestre me pone muy difícil la elección. En todos estás tú. Y yo en todos sonrío. Cada día es distinto, nuevo, fresco, precioso. Colmado de emociones, de asuntos compartidos. De la unión más poliédrica. Cada día especial, si es que estoy a tu lado. Así de mágico. Me has cambiado la luz, los días, los momentos. Me has cambiado el sentir, el humor, la ilusión. Las ganas del “contigo”. Te has volcado en mis brazos, a pesar de los daños padecidos por ambos. A pesar de mi herida. A pesar de la tuya y ese romper de vida de un rato para otro que recibiste acaso sin aviso. Sin orden y sin lógica. Sin estar prevenido. Sin escudo. Estocada. Y es que a pesar de todo, a pesar del impacto, te has entregado a mí. Bien has sabido cómo. Limpiamente, sin vueltas. Serena y dulcemente. Con las manos abiertas. Tanto como yo a ti. Intensidad armónica de alta profundidad.
No me resulta fácil, pues, elegir un momento solamente contigo. Los tengo por docenas. Pero si hubiera de guardar un instante tan solo en un álbum de vida, yo ya sé cuál sería. Ya lo tengo escogido. Sería el de una noche de este último septiembre. El de un día 14. Nuestro primer encuentro. Nuestra primera cita. Y nuestro primer beso. 14 de septiembre y conocernos. Y enamorarnos. Y cambiarnos la vida.
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