Creo que corría el año 92 cuando un
tema captó mi atención de por vida. Por aquel entonces yo era estudiante del
extinguido 3º de BUP y estaba en clase de Filosofía. Y tocó Freud. Y el
psicoanálisis. Me quedé absolutamente maravillada y no he perdido la afición a entrar en estos
temas desde entonces. Ayer mismo lo recordé cuando llegó a mis ojos un artículo
sobre los llamados actos fallidos. De ahí pasé al tema de la interpretación de
los sueños. Y en un momento me vi leyendo las conferencias de Freud sobre el
psicoanálisis, estudios que supusieron toda una revelación.
La
cosa es tal que así. A diario nos enfrentamos con rutinas que por una razón u
otra se ven interrumpidas por lo que consideramos una equivocación. Salimos a
trabajar y nos olvidamos de las llaves del coche. Dejamos un documento
importante encima del escritorio. Cambiamos el nombre a algo o a alguien.
Faltamos por descuido a una cita… Cierto es que el cansancio o la saturación de
tareas pueden causar algunas de estas acciones, pero… ¿todas? Según Freud no.
Dichos deslices llamados actos fallidos son acciones que contradicen aquello
que pretendíamos hacer conscientemente. Esto es, hacemos involuntariamente
justo lo contrario de lo que pretendíamos. Un lapsus linguae, el olvido de ese
objeto, de esa cita,… Son, pues, ese tipo de actos que nos suponen una
contrariedad y que nos hacen incluso plantearnos si estamos teniendo fallos de
memoria, de concentración o de atención. Y la cuestión ni es tan simple, ni tan
negativa. Muchos de esos aparentes sinsentidos no son otra cosa que un
conflicto entre el acto consciente y los deseos reprimidos que se alojan en
nuestro subconsciente y que tratan de abrirse camino. Así, por ejemplo, el
olvido de un objeto puede deberse a que nos evoca un mal pensamiento. El olvido
de las llaves de casa podría significar la falta de ganas que tenemos de
regresar a ella. El olvido de una cita podría deberse a la fecha para llevarla
a cabo es coincidente con una mala experiencia pasada,…y así sucesivamente. Por
lo tanto, hay algo en nosotros, un sentido extremo de la responsabilidad, un
estereotipo de vida arraigado en exceso, unos cánones de comportamiento
profundamente asumidos, una vida instalada ya en nosotros por inercia,…
hábitos, costumbres, ideas y prejuicios que están reprimiendo nuestra
felicidad. Gustos y deseos del corazón imperceptibles, que se ven aplacados y
condenados a vivir en un rincón oscuro y que tratan de salir a flote.
¡Cuánta
información guardamos en nuestro cerebro que no podemos interpretar! O no
sabemos. O no somos capaces de llegar a ella. Decía Freud asimismo, que se
trataba esta de una de las tareas más complicadas para nuestra mente por cuanto
de recóndito hay en esa información. Y para desentrañar el misterio acudía a
prácticas como la interpretación de los sueños o la asociación libre de ideas. ¿No
sería un avance asombroso que cada uno de nosotros lograra dilucidar lo que
allí se esconde para otorgarle sencillez a nuestra vida? Creo que resulta
evidente el enganche y la fascinación que tengo a tratar de extraer la
información que se encuentra en nuestro subconsciente, dado que se trata de la
mente emocional. Encuentro que sería la fórmula perfecta para ser un poco más
justos con nuestros deseos, para liberarnos de grilletes autoimpuestos y
obligaciones que seguro que no lo son tanto. ¿Y qué me dicen de las dudas? Las
existenciales y las livianas. Sería la fórmula perfecta para discernir qué
hacer en numerosas ocasiones. O mejor dicho, la solución para saber qué anhelamos
hacer realmente en una situación. Sería el taconazo a múltiples displaceres,
disgustos y tormentos. Y por ende, supondría la evolución y la lealtad con
nosotros mismos y nuestros deseos en el camino a la felicidad.
Por mi parte, yo
ya era aficionadilla a sacarle un sentido a lo soñado, a interpretar el
verdadero significado de lo que en apariencia es un disparate o poco relevante.
A mí, y ya lo he comentado por aquí en ocasiones, me ha servido en numerosas
ocasiones para clarificar mis ideas. Y lo que es más, para averiguar las
preocupaciones de quienes me rodean y me vienen contando sus sueños más
recientes. Indiscutiblemente, detenerme ahora a reparar en los actos fallidos
que identifique va a ser una práctica que va a atraerme como un imán. Eso y
fijarme en los ajenos, claro está. Sé que para ello, tarea nada fácil, hay que
partir de un acto de voluntad. Naturalmente hay que querer interpretarse y leerse. Y tras ello a decirse en voz alta:
esto me pasa, esto quiero y esto no. Si uno no está dispuesto, el primer
obstáculo se encuentra ahí y ni el sueño más evidente, ni el gesto más sencillo
de interpretar serían descifrables, porque consciente e inconsciente se habrían
levantado en armas para impedir la conexión de pensamientos y deseos.
Autoboicot.
Dicen que conocerse
es amarse. Pues empecemos entonces por conocernos a fondo…
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