Septiembre
es un mes de comienzos, de inicios, de planes por emprender, de metas por
lograr.
Septiembre
es un mes de renovación, de limpieza, de sacar fuerzas de flaqueza de donde no
las hay y echarle coraje a lo que haya de venir. Pundonor, mes de bastas y de
adelantes, de crecimiento, de mirada al frente.
Septiembre
es un mes de cierre de balances. Atrás se queda lo que cocinó el invierno, lo
que en ocasiones se quemó en las brasas encendidas para combatir los meses más
gélidos y que la primavera pareció airear por las primeras brisas. Lo que el
verano disfrazó de locuras, de brotes de catarsis, de estallidos de conflictos.
Septiembre llega para ajustar las cuentas, para colocar cada cosa en su sitio,
para alinear los astros y tomar decisiones.
Septiembre…
Mes
para quererse, para no regalarse, para saber que la vida es quid pro quo y que
si no, no sirve. Que más vale saber y darse cuenta. Para no consentir que nadie se alimente de nuestros beneficios,
que no viva del aire que nos costó reunir, que su autoestima no haya de
comerse la nuestra. Noveno mes es este para sentar las bases de lo que no
queremos, de lo que perseguimos, de lo que rechazamos. Para cerrar los ojos y
discernir qué fue aquello que amamos y que se evaporó, lo cierto de lo falso,
la esencia del adorno, la raíz de las ramas. Para no consentir, para apagar los humos que otros resoplaron solo por vanidad, por perder el bello halo humilde que un día parecieron tener, tan solo por el hecho de saberse queridos. Por olvidar que el mundo no es un cheque en blanco, que no todo resulta como ellos lo diseñan, que depende del resto y que pueden quedarse con las manos vacías fruto de su egoísmo. La vida es otra cosa, pero ellos no lo saben porque creen tener la verdad absoluta hasta en su confusión. Porque olvidan que otros vivieron más que ellos, porque creen poder, tener la autoridad de que los demás bailen a su son y a su ritmo. La vida es otra cosa, sí, entérense.
Septiembre…
Cuando
la luz aún nos alumbra los días, ilumina la mente para elegir únicamente
aquello que es auténtico, que merece la pena, que distingue con tino el terreno
que pisa. Dirigirá los rayos hacia lo conservado, apagando el ocaso los tiempos
despedidos. Y llegarán los vientos primeros que tirarán las hojas de los
árboles. Y con ellas caerá lo desprendido, lo que hemos de dejar a nuestra
espalda, lo que pareció ser y resultó tan solo un espejismo.
Septiembre
habrá de llevársenos un poco de nosotros, de confianza y fe, de la ilusión de
que hay quien es distinto, de apuestas contra todo pronóstico, de creencias de
que había algo de mágico al fondo de unos ojos. De cordura aparente en las
contradicciones, de saber conducirse, de generosidad, de sentido común. Y nos dejará
al paso los caminos manchados de hojarasca, de enormes despropósitos, crueles
sinsentidos, vacíos, decorados, huecos de caos, de no saber la materia de la
que se compone el paso de los días.
Y
se lo llevará, para dejar a cambio dosis de dignidad y devolvernos a la
posición a la que pertenecemos.
Septiembre
es para mí un mes que duele, que irrita y decepciona, y que al tiempo me
devuelve la fuerza, el valor y el arrojo para enfrentar mi vida y rodearme tan
solo de equilibrio. Lo demás, he dejado de verlo. Ha desaparecido. Ha acabado conmigo, con mis ganas, con mi sabiduría, mis ansias de mostrar lo que sé con certeza que jamás conoció. Y que no reconoce, que confunde con simples filigranas sin ningún fundamento, pero con etiqueta homologada. Pero no está en mi mano y no es asunto mío. Ya no. Huyo como del fuego, extinguió mi paciencia. Y lo que no les nombro y mató sin remedio. Y es que hay
quien se destruye y ahoga con sus manos su propia calidad, lo que le
distinguía. Que ha perdido su norte y que no se da cuenta, no ve cambiar su faz. Que ya ni en sus palabras se perciben
ideas consecuentes, con hilo conductor, con deducciones. Que da palos de ciego, que no hay pies ni cabeza, sino sombras efímeras, debilidad vital, firmeza
inexistente, conclusiones fallidas. Que querer sin hacer no es suficiente. Que se pierde en lo superfluo y se deja llevar cuando nadie lo obliga; por propia voluntad. No lo ve o no le importa, eso ya no lo sé, ni pretendo saberlo. No es mi batalla. Yo me retiro a librar otras guerras mayores. Septiembre tal vez sea un tiempo de locura
para algunos, pero no para mí. Y es que todos pasamos tal vez momentos sin orden ni
concierto, sin valores, sin lucidez mental. Tal vez para alguien sea este mes
así. No lo es para mí, no, que lo detesto. Para mí es el momento de expulsar todo
aquello que me enferma por dentro, me provoca repulsa, que me roba un
milímetro de lo que en mí es virtud, que me vuelve más gris y no me hace
crecer.
Y quemaré las hojas y me olerá al otoño. Y seguiré adelante porque me
prometí no permitir que nadie ni que nada apagara mi llama. Menos aún sin derecho ganado. O tal vez habiéndolo perdido cuando le llegó gratis. Y habré de rodearme de un número pequeño de conciencias asentadas. No quiero gente a medias. Tan solo lealtades y quien no se aprovecha de saberes, bondades ni buenas voluntades en pro de sus conflictos. Cordura, serenidad, lealtad y altruismo. Tanto das, tanto doy. Aunque a mi espalda quede, aunque por una vez no vuelva mi cabeza. Pero es por dignidad, por valorarme yo, por no dar nada gratis a quien no lo merezca. Por mi salud mental, emocional y física. Porque me da la gana. Porque tengo mis años, la lección aprendida. Porque cotizo al alza. Porque mi corazón, en la forma que sea, sí es un privilegio, por la simple razón de que me entrego entera. Pero fundamentalmente,... ¡porque en mí mando yo!
Comienza mi septiembre...
(Yo que amé con el alma. Que a fondo perdido me entregué toda yo. Que entendí que la vida no es sencilla. Que apoyé en la andadura y acostumbré a mi ser por fe en el ser humano y su memoria. Yo que casi me doy a la locura y que no me importó por sentimiento. No creo más tan solo en las palabras, ni en quien cree saber lo que es el verdadero amor, el pálpito sincero y perdurable no sujeto al capricho ni a ningún plan de vida de novela ficticia.)
Comienza mi septiembre...
(Yo que amé con el alma. Que a fondo perdido me entregué toda yo. Que entendí que la vida no es sencilla. Que apoyé en la andadura y acostumbré a mi ser por fe en el ser humano y su memoria. Yo que casi me doy a la locura y que no me importó por sentimiento. No creo más tan solo en las palabras, ni en quien cree saber lo que es el verdadero amor, el pálpito sincero y perdurable no sujeto al capricho ni a ningún plan de vida de novela ficticia.)
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