AMOR, AMOR. ASÍ LO ENTIENDO 💙💖

By María García Baranda - octubre 19, 2017

    



     Toda la vida acotando y clasificando los distintos tipos de amor que existen, cuando en realidad de lo que se trata es de saber que todos son uno. Exactamente lo mismo: misma fuerza y mismo potencial dirigido a destinatarios variados. Amor de pareja, amor de amigos, paternofilial y maternofilial, amor de hermanos o amor platónico,… Amor al fin y al cabo. Quiero decir que el elemento que los distingue no es en realidad el vínculo establecido, ni el receptor de dicho amor. O no solamente. Lo que de veras marca la diferencia es la forma de entender el amor que posean las personas que lo experimentan. Porque no todo el mundo entiende de igual forma el amor, ni lo vive igual. Así que al final se trata de identificar y asimilar que surgen tantos tipos de amor como conceptos de este tienen las personas. 

       Existe quien entiende el amor como un regalo espontáneo, caído del cielo, hecho para nutrirse, saciar la sed y el hambre, hacer desaparecer las rendijas del alma, sentirse pleno. “No podría vivir sin amor. Sin amor me falta el aire”. Existe quien lo vive como un ser abnegado. Entregado al amor en cuerpo y alma. A su deleite. A sus requerimientos. Quien se postra a los pies del ser enamorado y lo idolatra casi, de puro agradecido. “El amor es entrega y sacrificio como agradecimiento a haberlo recibido”. Hay también quien concibe el amor como un acompañarse. Los mejores amigos. Colegas de aventuras. De buenos ratos. De llorar en el hombro, si hace falta. “Uno más uno no tienen por qué ser uno porque se amen”. También hay quien lo desarrolla como una institución con la que dar ejemplo. Con la que proyectar lo que se es, lo que se vive y lo que se evoluciona. “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Y existe quien lo observa como algo bello, pero perecedero. Quien se mentaliza que un día acabará, que esto es un ciclo y que hay que aprovecharlo mientras dure. “Ama hasta que dure, porque nada es eterno”. Por maneras que no sea, así que entre todo el abanico de posibilidades la clave se encuentra en hallar a quien lo concibe como tú y está dispuesto a vivirlo, sentirlo, desarrollarlo en la misma onda.

       La cosa es que cuando se va adquiriendo experiencia, vida,… años, se van acumulando visiones variadas al respecto. Bien en primera persona, bien indirectamente, hemos visto ya qué le pide la gente al amor, cuándo se cansa, cuándo y por qué lo descarta, qué necesita, qué le genera carencia y qué le nutre. Los ejemplos que puse son muestra de ello y seguramente se han cruzado en el camino de cualquiera con una cierta trayectoria vital. Repasándolos me vienen a la cabeza nombres y apellidos para todos ellos, de hecho. Gentes cuyo concepto de lo que es amar y ser amado es uno de esos supuestos y que fuera de él no consiguen alcanzar la satisfacción, plenitud y felicidad. Son sus conceptos, sí, pero ninguno de ellos es el mío, curiosamente. Ni concibo el amor así, ni me identifico con ninguno de los supuestos anteriores. No vivo el amor con idolatría, ni como una elección de vida en la que envejecer acompañados. Tampoco lo veo como un dádiva del destino. Para mí amar significa lealtad absoluta. En toda la extensión de la palabra. Es fidelidad, sí. Pero no solo al cuerpo, ni a la mente, ni al alma, sino a la vida juntos; que además contiene un punto de admiración y amor de cada uno de los tres planos anteriores. Amar para mí no es pedir, ni hacer un listado de lo que quiero y de lo que no tengo. Naturalmente que me resulta esencial comunicar al otro y transmitirle la posible carencia que estoy sintiendo en un momento dado, pero no lo veo como un juego de azar en el que voy rellenando los números de un cartón hasta gritar un “¡bingo!”. Para mí amar es sentir que he conseguido hacer llegar al otro cuanto yo misma siento. Asegurarme -o intentarlo al menos-, de que la otra parte sabe exactamente qué siento, cómo y con qué intensidad. Mostrar cuánto lo quiero, pero no ya por mí, o no solamente, ni porque necesite un desahogo; sino por asegurarme que le llena mi amor. Que lo alimenta. Que se siente nutrido. Amar es para mí, además, que confíe en mí lo más sagrado que puede confiarse: su interior. Que no sienta que su cometido en la vida es complacerme, ni hacerme feliz a cualquier precio como fin en sí mismo. Aunque al final lo haga como gesto de amor. Pero porque le sale, de modo natural e inevitable. Como medio. Y no porque crea que es preciso para que no me marche. Amar es comprender lo más oscuro y quedarme para hacerle entender que quizás yo no lo veo tan opaco. Y arrancarle la piel suelta a sus heridas y que no pase nada. Solo porque lo quiero. Y él a las mías. Solo porque me quiere. Y es también enseñar mi cara amarga. Y no sentir vergüenza, sino simplicidad. Amar es para mí mirar a través de sus ojos y ver al niño. Al hombre. Al hijo. A la mente. Al espíritu. Al amante. Al amigo. Y que me envuelvan todos, hasta el más mundano. Y elegirlo. Sin dejar de ser yo. Sin dejar de ser él. Acompañándonos y sintiendo profundo. Es generosidad. Y saber que si el otro no logra ser feliz tampoco lo seré yo. Es este mi concepto del amor. Extensible a todos mis destinatarios. Así quiero a mis padres, a mi hermano, a mis sobrinas, cuñada o abuela,... Así quiero a mis amigos. Así quiero a mi amor. Y tú, ¿qué es para ti el amor?, ¿cómo lo entiendes?






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