¿Sabíais que García Lorca, Federico, decía que existe un jardín de las posibilidades en el que habita todo lo que pudo ser y no fue? Entre todas las vidas que vivimos dentro de la nuestra, todas tan distintas, tan encadenadas y a veces tan opuestas, acumulamos un sinfín de momentos no vividos. Recorremos constantemente cruces de caminos en los que elegimos entre el sendero de la izquierda o el de la derecha, entre seguir de frente o retroceder casi hasta el punto de partida. Y así, al tomar un sentido y descartar el resto, generamos un número considerable de experiencias no natas. Los amores que no consumamos, los besos no dados, los hijos no tenidos, los sueños no cumplidos. Los te quieros no pronunciados, los perdones no pedidos, las voluntades no cumplidas. Ese es el jardín de las posibilidades. Bello a rabiar y un poco nuestro, aunque nunca hayamos cruzado su puerta de entrada.
Yo defiendo que efectivamente ese jardín existe. No sabemos el punto cardinal exacto en el que se sitúa, pero si cerramos los ojos podemos trazar algún bosquejo de él. Existe, sí. Agridulce y hermoso. Pero es que creo que además existe otro, casi desconocido y aún más espectacular. Otro jardín solo visible para un pocos. Por él se pasean las personas que deambularon durante mucho tiempo por ese otro vergel de lo que nunca fue, aquellos que hubieron de enviar allí numerosísimas experiencias truncadas y sentimientos amordazados, y que lo hicieron con cierta dosis de buen conformar. A estos seres, y como punto de equilibrio, la vida les regala el don de ver, de reconocer con sus cinco sentidos, un maravilloso jardín de los sueños alcanzados. Un día de pronto lo identifican. Se deslumbran calmadamente con sus intensísimos colores. Disfrutan de su aroma exótico a mil hierbas, especias y flores. Palpan sus texturas siempre frescas. Y con ello son dotados también la posibilidad de permanecer en él tanto tiempo como estimen preciso. Eternamente si así lo quieren. Allí nadie les escatimará abrazos, ni besos. Ni te quieros. Ni miradas cómplices. Allí podrán decidir de manera natural y planear mil viajes de vida. Y llevar a término sus voluntades. Y guardar en el recuerdo lo que se quedó por el camino, pero siempre con un sabor dulce en sus labios. El jardín de los sueños alcanzados. Habitado solo por unos pocos elegidos. Cuando es cuestión de justicia cósmica que entren en él.
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