PEQUEÑOS ESBOZOS: Ordeno la vida una vez cada noche

By María García Baranda - diciembre 13, 2017




    Remoloneo, me hago la despistada, busco excusas. Cualquier pretexto para no irme a dormir. Cada noche. 

    Y me gusta la noche, sí, me gusta demasiado. Cansada, con la mente perdida y lejana a la frecuencia habitual de lo cotidiano,… pero al caer el día encuentro mi momento. De vida, no de sueño. De pensar más profundo y procurar con calma hurgar en lo más íntimo. Y en medio de esa noche hallo el modo de ser más sincera conmigo. Tan solo yo conmigo. Y me ajusto las cuentas y procuro no mentirme. Pero todo de noche. Y el reloj… marca otra hora más. Y sigo sin dormirme. Pues me digo a mí misma todo aquello que una debe decirse sin miedo y sin rodeos. Ardiendo, a bocajarro. 

    Me cuesta ir a dormir, que sí,… que me cuesta. ¡Que he de ordenar las cosas! Que no hay asunto de mayor importancia que el de poner en su sitio el pensamiento y tomarle la tensión al sentimiento. Diastólica y sistólica. Y saber con rigor qué se cuece en mis huesos. Así que me mantengo con los ojos abiertos y la mente en tic-tac. ¡Solo un poquito más! Y me giro a observar lo que hay entre mis manos, real como un puñado de tierra húmeda sobre la que ha llovido durante años. Y miro hacia adelante, ojos al horizonte, límite fronterizo imaginario que separa los sueños de lo ya alcanzado. Y comparo. Y planeo. Y descarto. E incluyo. Eso depende. Y me digo y distingo. Lo que es, lo que habrá de ser, lo que no pudo ser y lo que fue. Y me esfuerzo por cuadrar el balance. Pero no me retiro, no ha llegado el momento. Que siento hambre voraz de medir el nivel de mis días intensos. Todo o nada, me digo. Sin medias tintas. Con todo empuje por sencillos que sean. Asegurando el paso, firme, sentido, auténtico. Tan mío, tan de mí. Que siento que me muerde un impulso inevitable de poner todo en orden, de repasar las caras, las voces y palabras, las caricias, los besos. Plenitud de presente, paz de pasado, y decisión y alma de futuro. Hambre y sed. Y algo de sueño ya, pero resisto. Y me aseguro, de que todo esté bien, correcto lo imperfecto, perfecto lo incorrecto. Planes sencillos en lo cotidiano y grandes dosis de bella improvisación. Tal vez. Pero en su sitio. Para sentir así que no me desperdicio, ni vivo sucedáneos. Que mejor o peor, equivocada o no, no me resigno. Que quienes me conocen saben bien que los pienso. Que busco el equilibrio de lo sentimental y que ordeno la vida una vez cada noche. Algo insomne, lo sé. Y algo más idealista. 



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