SU TIEMPO JUNTO A MÍ

By María García Baranda - diciembre 03, 2017




De todo cuanto me da de sí mismo, me quedo con una cosa por encima de todas: su tiempo. Y es que es lo más preciado. Ese algo con carácter de esencia maravillosa que ya no volverá. Materia irrecuperable y que, no obstante, él comparte conmigo. 

Tiempo en el que se sienta frente a mí y, cruzando una pierna sobre la otra, me toma de la mano. A su lado un café. Solo, largo y con hielo. Y a charlar de la vida, la divina y la humana. Y de la nuestra, claro. ¿Y el café?… como nuestros besos. Constantes, a pequeños sorbos y sin prisa. O a tragos largos, depende. De esos con los que quieres despertarte y volver a la vida. Y volvemos a ella, ¡vaya que si volvemos!

Tiempo en el que me mira silencioso y me dirige una media sonrisa discreta y tranquila, sin muecas. Natural, relajada. Y me va recorriendo con sus dedos la piel, dibujando mis hombros y un collar en torno a mi clavícula, mientras cierro los ojos y vivo. Que entre sus manos vivo, eso lo juro. Y al mirarlo a los ojos, esos en los que a cada rato descubro un matiz nuevo de color transparente. De él. 

Tiempo también de besarme con fuerza. Y con enormes ganas, que esas puedo sentirlas, ¡palabra! Y yo me dejo ir,… ¡sería tonta! Que inevitablemente y sin querer evitarlo, me vuelvo loca con sus besos. Con todos. Y minuto a minuto vuelvo siempre por más. Eso siempre, siempre. Para después enterrarme en su pecho y quedarme a vivir al calor de su olor.

Tiempo en el que percibo, y me consta, y lo sé,… tiempo en que mis abrazos le devuelven la vida. Y los suyos a mí. Gasolina en sangre. Cada día un mordisco más profundo y más tierno. Y jugoso. Cada día mejores y más limpios, de mayor recorrido. Como si entre ambos cuerpos no encontrásemos ningún obstáculo para atravesarnos. Tan solo él y yo.

Y es que me hace sentir la más bonita en ese tiempo. La mujer más hermosa. Y la más pasional. La mujer de verdad, de extremo a extremo. Y me siento querida, deseada, admirada, apreciada,… y amada. Milímetro a milímetro de todo cuanto soy, como soy, de quien soy. En ese tiempo juntos que forma nuestros días.

¿Y su voz? No me canso de oírla en ese tiempo. De escucharle contarme, de saberlo por dentro, de preguntar mis cosas y querer que le hable. Tiempo de enamorarme de todo cuanto es. Sin aderezos. Sin ideas superfluas, sin mitos, sin adornos. De enamorarme de él. Tan solo él frente a mí. Y lo demás me sobra. 

Tiempo de desnudarnos de los miedos, de la sangre, de las ropas antiguas, y de las lágrimas. En el que nada importa. Salvo nosotros dos. Y la vida de ambos. Y que se pare el mundo. De sabernos allí, el uno junto al otro, eternos. Y es que será por tiempo…

Es curioso ese tiempo que ambos pasamos juntos. Que siempre sabe a poco y pasa en un suspiro, aunque no sea breve, ni inconstante, ni escaso. Ese tiempo él a mí me lo regala entero. Y es lo que más gusta, pues se entrega con él. 






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