Escuchaba tu voz allá en el fondo. Me plagaba de ideas nunca vistas,
avivaba mi ingenio hasta elevarlo alto, bien alto,
me inspiraba cien mil curiosidades antes no imaginadas,
provocaba mi risa a carcajadas.
Ayer soñé contigo. Sí, soñé.
Percibí tu perfume, tu aroma tan profundo.
Y me perdí en su esencia, como siempre lo hago. Dejándome cubrir,
envuelta en viento, derramada por dentro.
Me rendí a tu poder, ya no me enfrento.
Ayer soñé contigo. Sí, soñé.
Y al acercar tus labios a los míos, me procuraste un beso
que tan solo tú das, que tan solo en ti encuentro.
Y me desvanecí, te entregué mis sentidos,
me ganaste sin treguas mis deseos vencidos.
Ayer soñé contigo. Sí, soñé.
Volví a cerrar los ojos y descubrí tus manos recorriendo mi cuerpo,
perdido en mis lunares, que se cuentan a cientos, si estos son para ti.
Que me agitas el pecho, que me erizas la piel,
que provocas que vibre tan solo con rozarme.
Ayer soñé contigo. Sí, soñé.
Con tu cuerpo y tu alma.
No sé cómo lo haces. O sí lo sé. Sé cómo.
Que nadie jamás pudo, ni mañana podrá.
Que habré de recorrer el ultramundo
y de observar mil caras, y aseguro
que es cuanto habita en ti
especial, singular, único… ¡Juro!
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