NATURALMENTE

By María García Baranda - febrero 10, 2018




      Alguna vez me han dicho que soy una mujer compleja, pero yo no lo creo. O a lo mejor es que no le doy al término la misma acepción que quien haya podido decírmelo. También pudiera ser que uno, a poco que se conozca, no se da a sí mismo la impresión de no ser un mapa bien trazado con todo lujo de indicaciones para el resto. Pero, sea como sea, no creo ser compleja, no. Variada en matices, sí. Elaborada y trabajada también. Pero no compleja de las que no se sabe por donde habrán de salir. Yo creo poseer un patrón clarísimo de comportamiento en el que las mismas causas van a dar siempre en los mismos efectos, y en el que mi combustible es siempre el mismo. Y es que es muy fácil hacerme feliz. Yo misma me lo hago de modo muy sencillo cuando el tiempo y el entorno no me ponen imposible la tarea. Y por lo que se refiere al resto, a esa labor de interacción con los demás en la que se contextualiza eso de que “te hagan feliz”, esos creo que lo tienen muy fácil, si pretenden lograrlo. Todo cuanto a mí respecta pasa por el mismo núcleo de mi corazón: sentirme querida. Así, suceda lo que suceda, sonría o esté seria, me enfade o bromee, esté triste o dulzona,… todo se debe siempre a lo mismo: amor. Sentimientos, emociones, buena fluidez de cariño,… ¡amor en todas sus realizaciones! Y es que me sobra todo si tengo eso. ¡No es complejo, es sencillo! Y lo cuento y explico para que nadie nunca tenga que adivinarme. No es complejo llevarme el baile, de verdad que no. Necesito sentir al otro al otro lado. Saber que está, aunque no pueda físicamente. Presentirlo ahí, justo ahí, a mi vera aun sin vernos, y sonreír a solas al saberlo. Leerlo sin cuita, sin dudas, sin hacerme preguntas. Saber que quiere, que siente y que me necesita. Y que busca igualmente que yo esté ahí del mismo modo. Necesito tan solo esa magia de saberlo en la piel. ¿Complejo? Yo no lo creo de ese modo. E igualmente confieso mi necesidad de seguir sintiendo, aunque pasen los días, las semanas, los meses, los años,… que sigue viendo en mí aquello que desde un principio le enganchó. De verle correr hacia mí a refugiarse en mis brazos y sentirse a salvo. De saber que no me deja sola. De seguir escuchando que estoy guapa y notar cómo se evade mirándome o escuchándome. De verlo enternecerse cuando lo abrazo. Y observarlo cautivado por mi mente. No soy compleja, en absoluto. Pues sacarme la sonrisa es muy sencillo. Basta solo con quererme y que yo lo sepa… Limpiamente. Sinceramente. Naturalmente. Y no necesito mucho más. ¿O no es eso lo que le ocurre a todo el mundo?


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