No
esperaba encontrarte, ni tú a mí. Pero lo hicimos.
Dibújame
en el pecho las letras que conforman cuatro versos de amor,
aquellos
que releo y que enseño a sentir.
Hazlos
míos. Pronúncialos tan solo con la punta de tus tímidos labios. Eso me basta.
No esperaba encontrarte, ni tú a mí. Pero lo hicimos.
Quizá
no fue oportuno, pero el destino, a veces obstinado, se empeña en ganarnos sus
batallas… ¡Y la guerra!
El
tiempo se ha encargado de decirnos que la casualidad es nada. Y que la nada es
un todo que nos esperaba agazapado a la vuelta de la esquina, cuya encrucijada
de caminos nos lleva siempre al mismo punto del sendero inevitable.
Pregúntate,
por tanto, por su significado. No es tan oculto. Es tan real como el pálpito
que nos impulsa a volver a por más. De ti. De mí.
No
esperaba encontrarte, ni tú a mí… ¡Lo sé! Pero lo hicimos.
Me
despojé del miedo y aún me queda. Pero es ahora el temor de que le des la
espalda a lo que el tiempo se han encargo de gritarnos: estábamos destinados a
cruzarnos.
Y
nos pensamos. Y nos buscamos. Y ambos sabemos…
(No me pierdas. No me importa esperarte..., pero no dejes que me vaya).
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