No
hay sensación más plácida que la que te acompaña
cuando
un licuado y preclaro conocimiento te recorre las venas.
Trayecto
circular y sin pausas. No me hacen falta mapas.
Se
alimenta aquel de los saberes descifrados,
arrebatados
a un tiempo de pesquisas, a horas intranquilas.
Y
qué sereno ya.
Desde
el letargo de un albor precipitado,
hasta
el instante que me empuja a mis preconscientes sueños,
se
me revela.
Todas
las piezas del infinito puzle toman sus posiciones,
se
recolocan
y
ya no siento miedo, ni dudas, ni incertidumbre…
Sé.
No me equivoco. ¡Siento!
Ya
comprendo las almas que antes desconcertaron mi experiencia.
Puedo
decir sin faltas que leo en ellas la sensible nobleza.
Tiendo
la mano, ¡cree que mi firmeza es guía!
No
dejaré que caigas.
De
pronto se me antoja que vidas anteriores ya unieron almas.
Y
que la búsqueda incesante del incondicional amigo se explica en esta
con
la determinante llegada de la justicia vital.
Somos.
Acechan
los momentos
en
que los ojos se despojan de vendas que enturbiaron los días
por
miedo al sufrimiento.
Las
piedras del camino las pusimos nosotros,
disfrazadas
de causas ajenas a nuestras secretas voluntades.
(Trazaré
una ruta en línea recta hasta el único lugar posible que para mí se espera.
Quitaré los obstáculos. No existen. Y se aclararán los ojos de aquellos cuyos
miedos negaron su existencia).
AUDIO RELATO - Música: They can't take that away from me, George Gershwing
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