Hace ya un rato que cayó la media noche de un viernes
insólito. No sabría definir mis sensaciones, pero hoy quise alejarme
deliberadamente de un estridente ruido cubierto de neblina. Para ello me he
conducido deslizándome tan solo con las puntas de mis pies, etérea y sigilosa
para no despertar las inquietudes. Shhh…
Acuso un cansancio traicionero, acumulado a lo largo de un número infinito de
días. En este instante podría incluso jurar que, por un extraño espejismo
inconsciente, cada uno de ellos dobló sus horas con una incontrolable actividad
mental.
Y no es el cuerpo el que hoy me pesa, es un ejército imbatible de impíos
pensamientos, empeñados en atacar cruelmente mi descanso. En contraste, no
siento sueño y pasaría gustosa en vela las horas que le restan a esta
madrugada. Mi dedo acusador apunta a anárquicas ideas que, alineadas sin orden
ni concierto, desfilan una a una ante mis ojos. No sería mala solución
convencerlas para que se replieguen y huyan en franca retirada; al menos hasta
que asomen los primeros rayos de la mañana.
(Quedaos quietas, no hagáis ruido y prometo colocaros mañana en vuestro estante
correspondiente. Unas junto a mis libros, entre mis notas otras y las más
numerosas en una caja de color blanco roto, en cuya etiqueta reza: “paciente
calma”).
AUDIO RELATO - Música: Samba Pa'ti, Carlos Santana.
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