EL AMOR: LA TIERRA DE LAS CIEN MENTIRAS Y LAS MIL CONTRADICCIONES
By María García Baranda - septiembre 09, 2017
El amor está plagado de mentiras. Riámonos de él, pues, de pura inteligencia. No queda otro remedio. Mentiras enormes, descomunales. Verdaderas trolas creadas a la carta para salir del atolladero. Para esconder el miedo a que nos hieran. Y camuflar el pánico a que sea de nuevo. Además suele vestirse de saberse bien lo que se hace, aunque no tenga ni la más mínima idea de cómo manejarse. Se hace pasar por sabio experimentado, por ese a quien es tarea difícil el dársela con queso. Y miente, miente sin cesar. Desde que nace, además. Para ejemplo esta caja de botones.
Veamos esta expresión. Dos incautos se conocen, inician y se inician, se reinician. Pinta bien. Y alguien de su entorno pregunta por el asunto de esta recién inaugurada historia. Y el enamorado contesta: “Bueno, ya veremos en qué acaba todo esto. De momento, pasito a pasito y poco a poco. Con calma”.
Empezamos bien. Mentira y gorda. No veremos, verás, en singular. Y es que si acaba, es porque no salió nada de esta historia; y si no salió, poco va a ser vista en plural. Ya no habrá dos, sino cada uno por su lado. Así que, ¡ojo con las palabras que me empleas! Además, tesoro, acabar nunca fue un buen verbo para hablar de amor, suena a desastre. Tampoco cuela ese pasito a pasito cuando estás en plena vorágine de enamoramiento. Esos pasitos diminutos y cortos implican pocos espacios recorridos y tiempo lento. Inviable con sentir, ¡tan subjetivo! No me lo creo. Cuando hay amor no se recorre poco suelo, sino que se dan zancadas con riesgo de tropiezos varios y trompazos antológicos. Ni siquiera se camina, para ser exactos, sino que como mínimo se levita, eleva uno sus pies del suelo, se trasporta por el aire porque está absolutamente en las nubes. El poco a poco, ni de coña tampoco, porque en un par de noches te imaginas compartiendo vida, casa, años, vejez con la otra parte. Y la calma, esa vamos a dejarla guardadita en un cajón, porque nunca latió tan aceleradamente un corazón como cuando se creyó enganchado a la cosa del amor.
Si ya comenzamos habitando la tierra de las cien mentiras, imaginemos lo que puede venir después de la tormenta. Árboles caídos, quimas punzantes desprendidas de sus copas, hojarascas esparcidas a lo largo del camino, charcos de agua salada, como de lágrimas en cascada, viento frío de que nadie te tapa. Con tales inicios es raro es que todo cambie. No quiero ya ni pensar en los finales con sobredosis de cuentos de Calleja, de esos que dejan en evidencia los embustes con aires de calmar la cosa. Y lo ponen peor, a mí entender. “No es por ti, es por mí”, “quiero estar solo”, “quiero lo mejor para ti de tanto como te quiero”, “eres demasiado buena para mí”. Gracias, corazón mío. ¡Qué consideración! Pero también aquí se le ven los dientes al miedito invasor. De ese no escapa nadie, y tú no vas a ser una excepción. Y de nuevo las bolas que se hacen un ovillo con nudos. Que lo mejor para uno mismo lo queremos todos, y que de verlo lo trincamos con ahínco y avaricia. Así que sí que “es por mí”, cariño, por la intimidación que te provoca quererme a mí en concreto. Tampoco es verosímil eso de que quieras estar solo, porque de haber sido así, no te habrías metido en este embrollo. Y ya puestos, anoto, me habrías dejado a mí fuera de semejante maraña. Lo mejor para mí, eso que tanto anhelas, vamos a dejar que lo decida yo. A ver si ahora que no sabes qué hacer contigo mismo y con tu vida, vas a saber con natural clarividencia lo que hacer con la mía. Tampoco me la das. Y "me aparto por maravillosa", cuéntatelo a ti mismo cuando has venido a mí como si fuera miel y tú una mosca decidida y con la ruta aprendida.
¡Ay, el amor! Tierra de las cien mentiras, que en tiempos yermos se alimenta de contradicciones. Y mientras tanto, nosotros poco podemos hacer, salvo el mismo amor. Vamos a amarnos, pues. Que ya le pediremos cuentas al tiempo cuando este pase. Y riamos. Pero no de sus gracias. Que a mí al menos, aunque me haga la tonta, ya poco me la cuela.
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