¿Sabes cuándo te das cuenta de que lo estás haciendo bien?, ¿de que estás viviendo bien? Cuando te percatas de que, precisamente, estás haciendo esto último: vivir. Cuando percibes que el día de hoy es un poquito distinto al de ayer, o tal vez muy distinto, no solo un poco. Que tus pensamientos han girado determinados grados, como los girasoles cuando buscan la luz del sol. Cuando notas que tus sentimientos laten, bum-bum, bum-bum,… hacia el lugar que ellos determinan por sí mismos y sin directrices bobas de las que no sabemos los humanos. Cuando te miras en el espejo y ves belleza, o bien una arruga o una cana que no crees haber visto ayer, pero te observas y sonríes, porque eres tú y te reconoces. Cuando de pronto te apetece hacer algo diferente a lo de siempre, algo que quizás nunca antes te había despertado curiosidad. Cuando observas otras formas de vivir, atenta y detalladamente, y te agrada lo que allí descubres. Cuando tu piel responde a una sensación distinta e inesperada, y responde con ganas, con entusiasmo, con sed saciada y al poco renovada. Cuando quieres conocer, aprender, saber, mirar y escuchar, sentir y experimentar, comprender y compartir, viajar a otros sentires. Cuando te dejas dar la mano para pisar con más seguridad esa piedra que resbala y a la que miras con cierto recelillo; pero la pisas. Cuando no mides en absoluto tus palabras, porque sabes que lo que sale de tus labios es cien por cien franqueza sin reservas, pero sobre todo inocente y natural, dulce y abierto a quien tú eliges, y eso te gusta. Cuando no tienes miedo en ese lugar, porque justo ahí estás exhalando parte de ti, y en cierto modo estar allí te pertenece.
Sabes que lo estás haciendo bien cuando vives, sí, así es. Cuando tienes ganas de vivir y estás viviendo con ganas. Y cuando miras tu día y lo que lo compone, y a pesar de las dificultades cotidianas eres consciente, sientes de veras, que ha sido y es algo realmente bonito.
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