DOS

By María García Baranda - abril 20, 2016


 MUS: Thinking out loud, Ed Sheeran (Instrumental)

Dos miradas al mundo.
Dos formas de ver la vida.
Dos maneras de enfrentarlo.
Dos pensamientos contrarios.
Dos.

Dos actitudes cruzadas.
Dos realidades opuestas.
Dos tonos incompatibles.
Dos objetivos dispares.
Dos.


Ese instante, ese momento, cuando uno crece y observa todo lo que ya ha vivido.Y reído. Padecido. Y llorado. Y sucumbido. Y soñado. Agradecido. Ilusionado. Caído.

Ese balance nos cambia la forma de ver la vida, y a quienes nos acompañan. Si queremos, por supuesto. Cambia el modo de hacer frente a nuestros actos. El modo de tomar decisiones, de ofrecernos al resto y de respetarnos a nosotros mismos. Desde ese instante, desde ese momento, aunque tiene que existir una base ya arraigada fuertemente en los caracteres, dos opciones se presentan ante nosotros. La primera es darse sin medir cuánto, sin pedir a cambio, sin exigir ni reprochar como costumbre, ni querer cambiar al resto. Consiste en ser desprendido y generoso, en no ser obsesivo en las metas con tal de lograr llevarse el triunfo, caiga quien caiga y a cualquier precio. Consiste en eliminar sentidos de pertenencia, los egos y el orgullo, los juegos y las rivalidades y las pruebas de vida, porque las pruebas son para los laboratorios. Y porque la mente y los sentimientos de las personas son altamente inflamables. Consiste en dejar que las gentes busquen libremente su camino. Consiste en no pretender moldear una realidad a tu antojo. Consiste en vivir y dejar vivir. Consiste en que se te caiga el alma si percibes que de un modo u otro estás frenando la felicidad de los demás con un acto de egoísmo. Consiste en asumir que uno también se le pueden caer los planes. Consiste en darse cuenta de que así,... así no sirve.
La otra,... la otra no tiene nombre porque es oscura y mezquina. Reposa en la cara oculta del ser humano. En sus recovecos más pedregosos y en sus aristas. Suele basarse en artes confusas y en las emociones vanas, en un "aquí estoy yo". Se nutre de rencores y revanchas, desconfianzas y críticas pero, sobre todo, en esperar que te llenen el saco con una lista de expectativas a costa de la pérdida de identidad del resto. Se basa en aferrarse al "yo merezco", en el "esto has de darme" y en el "no me das". Se basa en querer tapar el sol con un dedo y en la obstinada ganancia. Se basa en no mirar a través del otro y en no saber ni querer dejar ir. Y viste con una venda en los ojos capaz de cegar la imagen de la infelicidad de quien está enfrente. Consiste en verse tan solo a uno mismo.

Dos maneras. Dos. Ambas factibles en cualquier ser humano, por cuanto de humano tiene el ser. Girar hacia una u otra es opcional. Nadie nace aprendido. Ninguna de las dos está exenta de sacrificio. Dependerá, por tanto, su elección de la fuerza interna de cada uno, de lo aprendido, del valor que le dé a la mirada ajena, de la pasta de la que esté hecho y del precio que le dé a lo ya vivido. Dependerá de su mente. Dependerá de su corazón y de la limpieza del alma. Pero sobre todo, dependerá de su amor propio y de cuánto se quiera a sí mismo. 


Libre quiero yo a mi gente. Libre quiero que me quieran. 
Libres son otros de elegir cuál de esos dos caminos tomar. 
Y libre fui el día que opté por la primera.  Sin comprar. Sin vender(me). Sin precio. Y movida única y exclusivamente por el enorme, profundo y sincero amor que me invade el alma.



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