No sé si te has dado cuenta de que
tengo tres docenas de lunares esparcidos por el cuerpo y esperando a ser
pulsados. No sé si los ha contado, pero son tres las docenas, créeme, aunque aseguro
sabrías llegar hasta el más recóndito tan solo con la memoria.
Esperando a ser pulsados, sí. Con
las yemas de los dedos, con los labios, con los ojos encendidos o con la mente
absorta. Intenciones aparte, con pensamientos furtivos, tímidas pretensiones o
premeditación maquiavélica despertando en el gesto un crisol de espontáneas
reacciones. A saber…
La tímida sonrisa. El fruncir de mi
ceño. El suspiro desde la boca del estómago. El erizar de mi piel. El grito de
guerra. La bélica protesta. El gemido profundo. El llanto emocionado. La
lágrima feliz. El éxtasis sublime. La carcajada abierta. La idea enrevesada. El súbito placer. El auténtico
amor. El amargado enojo. El loco desenfreno. La ternura abrazada. El profundo orgasmo.
La extraña inspiración. La realidad más limpia…
Tres docenas, tres. No me pierdas la
cuenta. Y de paso al hacerlo, mirándome a los ojos, muéstrame tu locura y... mézclala con la mía.
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