Llega hoy a mis ojos un artículo que me
ha resultado absolutamente fascinante. Humanismo puro que me ha hecho
reflexionar sobre los mecanismos mentales internos que tenemos a nuestro
alcance para… ¡vivir! Por si fuese del interés de algún lector aquí lo refiero
(http://www.zendalibros.com/para-que-sirve-la-literatura),
pero procedo a sintetizar su asunto central: Para qué sirve la literatura. La
conclusión no es otra que la de dotarnos de modelos de vida que nos ayuden a
encajar las experiencias vitales a las que nos enfrentamos. Cuantas más
vivencias literarias degustemos, cuantos más personajes, acciones, sucesos,
finales, caídas y resurgimientos de ficción absorbamos, mayores herramientas de
comprensión alojaremos en nuestro cerebro para afrontar la cuestión más
difícil: nuestra propia vida.
LA
LITERATURA COMO HERRAMIENTA DE DESARROLLO DE NUESTRO CEREBRO
Entrando
un poco más en la cuestión, debería comenzar haciendo referencia a las
impresiones que por ahí pululan a cerca de esa cuestionada utilidad de la
literatura. Menciona el artículo que según Saramago la literatura no sirve
absolutamente para nada. No se asusten, matizo. Señalaba el autor que, a pesar
de ser un bien utilitario no contaba con un fin práctico. Llama poderosamente
la atención este aspecto, dado que el arte literario ha pervivido durante
miles de años y en tal caso dicha idea se contradice con la condición
natural esencial del ser humano: la búsqueda de la utilidad práctica para la
especie en todo lo que hace. Hemos de acudir a repasar, asimismo, los estadios
a los que se enfrenta un ser humano para desarrollarse intelectualmente. Al
igual que los animales, necesitamos para nuestra supervivencia crear un modelo
del mundo que nos ayude a situarnos, un boceto que nos sirva de referente para
ubicarnos y saber conducirnos espacial, temporal, intelectual, emocional y
físicamente. Así, tras ese primer cuadro de conjunto, el ser humano procede a desarrollar
la conciencia percibiendo objetos y situaciones complejas, reaccionar a
estímulos, desarrollar la inteligencia social y finalmente la imaginación
simbólica, esto es, genera un conjunto de símbolos e imágenes en su mente para
poder vivir.
Ciertamente,
la literatura está ahí desde el principio de los tiempos y en efecto es a
través de ella –aunque no solamente-, que los humanos creamos un modelo del
mundo: percibimos la "realidad" que ella refleja, percibimos sus
modelos sociales de vida y nos impregnamos de dichas vivencias a través de los
ojos de quienes las llevan a cabo, sirviéndonos para ello de nuestra
imaginación. Lo curioso de la literatura pues reside en que gracias a ella
somos capaces de experimentar y ganar en aprendizajes no ya de oídas, ni por
referencias indirectas, sino emulando a los propios personajes, tal y como si
nos adentrásemos en sus cuerpos y en sus mentes. Es por tanto la única vía que
nos permite "vivir" y no solo ver. Nos otorga así la visión casi en
su piel del mundo de otras gentes y de otras culturas. Por no mencionar que a muchas
de dichas visiones no tendríamos acceso de otro modo, por cuanto las experiencias
que atravesamos directamente o indirectamente en el entorno son limitadas. Si
esa literatura es buena, nos olvidamos de que lo que allí se cuenta es mentira,
olvido consciente. Acto que logramos porque lo que allí se cuenta se asemeja
enormemente a la realidad. Pongamos algún ejemplo. Imaginemos que a través de
la lectura nos llegan historias realistas en las que a través de sus personajes
sentimos el padecer de experiencias como la muerte de un ser querido o un fracaso
amoroso. Si tenemos la suerte de no haber tenido que atravesar por ello,
estamos acumulando en nuestra mente imágenes y referencias que nos harían
identificar los sucesos y su gravedad, así como nuestras reacciones emocionales
a la hora de experimentarlos en un futuro. Del mismo modo, pensemos en alguien
que jamás se ha enamorado y es voraz lector de novelas de amor. El día que se
enamore recurrirá a aquello que guarda en su cerebro para saber a lo que se
enfrenta. Cuidado, eso sí, los adictos a las novelas rosa no vayan a pensar que
la cosa es tal y como allí se cuenta. Bromas a un lado, la literatura es fuente
inagotable de recursos para tal fin.
Literatura
y vida. No distan tanto entre sí, ya que todo lo que vivimos es un simulacro de
la realidad. ¿Suena a disparate? No lo es. Cada experiencia de vida que
atravesamos ha de ser leída, interpretada, reconstruida y enfrentada en y por
nuestro cerebro. Accedemos al mundo a través de nuestra mente, leyendo el
entorno, medio a través del cual logramos interpretar qué es lo que nos está
ocurriendo. Todo está ya en el cerebro y estímulos, como el de la misma
literatura, nos proporcionan el trampolín para sacarlo a la superficie. Y lo
que es aún mejor: nos muestra nuevos modelos para armar la realidad que ya vive
en nosotros, a medida que lo vamos necesitando. La cuestión reside en lo
hábiles que seamos como observadores de los distintos modelos del mundo, detectando
lo que necesitamos y flexibilizándonos a medida que nos hacemos mayores. A
mayor capacidad de interpretación, mayor capacidad para encajar lo que nos
sucede y elegir los caminos que queremos transitar y de qué modo. Ciertamente
los libros nos proporcionan infinitos modos de vida que nos sacan de los
encasillamientos y las cuadrículas que nosotros mismos nos imponemos. Nos
decimos que hay cosas peores. Y nos agarramos acertadamente a la idea de que la
vida es un suspiro. Y si somos listos, al final vivimos simulando esa realidad
que nosotros mismos hemos generado en nuestra mente, así que más nos vale que
esta sea rica y que nuestra apertura mental vaya en aumento.
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