Si eso es todo lo que ves, eso es todo lo que eres.
¿Qué versión de mí quieres?, ¿cuál de ellas? Atrévete a sacarla, vamos. Búscala. Creo, repasando, que ya has visto todas. Todas las que ya he desarrollado, claro está. Naturalmente me restan aún aquellas que los años me provoquen. Has visto la dulce, la cariñosa, la amorosa. Has visto la sosegada y dialogante, la comprensiva y empática. Pero también has visto la irracionalmente emocional, la irascible y la enredada. Has visto la callada, la paralizada. La elocuente. La niña. La salvaje, instintiva y más pasional. La tierna y la (casi) cruel. La más beligerante y la casi casi implacable. Prácticamente las has visto a todas. Las demás aún no han nacido. ¿Qué versión de mí quieres, entonces? Habla. Dilo. Haz que salga. No hay valor. ¡Ni de coña!
Poliédrica, ya, puede. Contradictoria. En apariencia. Solo en apariencia. Pero ¿quién no lo es? Sobre la base de nuestro carácter existe una serie de botones listos para ser pulsados en función de los estímulos externos. No somos los mismos dependiendo de con quién nos relacionemos, eso es evidente. Como no lo somos en función del momento de vida que atravesemos y de lo que cargamos a las espaldas. Por supuesto de la pólvora que provoca nuestros estallidos en una dirección o en otra. Oscilamos y nos damos contra una esquina para acabar rebotando en la contraria. El carácter nos pertenece. La actitud ya no tanto. La cuestión es que tendemos a juzgar a los demás por su actitud puntual, y bastante descontextualizadamente. Y (nos) hacemos flaco favor con ello. A pesar del efímero regusto de tío listo que le deja a quien lo practica. Lamentablemente, ese hábito lleva encadenada una limitada, básica y bastante estúpida visión del ser humano y de la vida -la ajena y penosamente la propia-. Mediocridad humana, colosal mediocridad humana. Si eso es todo lo que ves, eso es todo lo que eres, suelo decir. Pero de todo ha de haber en este mundo, y desde luego que abunda quien no alcanza a ver que somos un todo absoluto dispuesto a decantarse por desarrollar una u otra faceta, según…, ¡según la vida! Así que, olvidémonos de juicios de valor basados en un espacio reducido a la visión más inmediata a nosotros. A menos que seamos gilipollas, claro. Siempre hay más, mucho más detrás. Así que,… ¿qué versión de mí quieres? Atrévete a pedir. Atrévete a verla. Atrévete a juzgarla.
0 comentarios