JAMÁS ME ACOSTUMBRARÉ

By María García Baranda - mayo 17, 2016

       Me echo a la vista la siguiente expresión: "Las personas no se pierden nunca si las tienes en el corazón. Puedes perder su presencia, su voz, su perfume,... pero lo que has aprendido de ellos, lo que te han dejado, eso no lo perderás nunca."
       Si me pongo conformista con la vida diré que es cierto. Que sí, que tal vez. Que hay personas que te marcan indeleble la silueta de su profunda huella en la piel. Que lo aprendido permanece, perdura y se recuerda... Altruista y positivo, sí, perfecto principio. Y sin embargo para mí ya, tan insuficiente. ¡Ya no me sirve ni me alivia! No me conformo. No quiero por hartazgo, por rotura. No quiero más adioses, más ausencias, más vacíos. Sé lo mucho que cuesta encontrar a quienes caben en ese hueco ajustado de perfecta talla que se halla en lo más profundo de cada uno de nosotros. ¡Y eso con suerte! Como para mantenerme impasible ante la marcha.
         Yo ya he visto la cara oculta de la luna y me he tragado vacíos para los que no cabía otra. Ya he gastado los días nutriendo mi fortaleza, mi capacidad de aguante, resistiendo y diciéndome que la vida es así, que he de poder, que es ley a veces. Y que lo es,... no lo niego. Y para todos. Pero por eso mismo se me hace insoportable y estúpido, infantil e irresponsable enfrentarme a lo bobo que tiene perder a quien quiero cuando podría evitarse. Vendería lo que nunca está en venta por poder evitarlo. Porque aprendí muy pronto que las pérdidas duelen, que se llevan una parte de ti, que machacan el alma, que te abren en canal y que muchas de ellas no tienen arreglo alguno. Que son inevitables y definitivas, que no dependen de nosotros, que son inesperadas y que no hay marcha atrás. Que hoy estás aquí y mañana... Y por ese mismo motivo me rebelo ante la idea de separarme de quien ocupa un espacio insustituible en mi vida. Si esta es ya tan cruel como para arrancarnos de un bocado una parte del alma, ¿cómo es posible que desperdiciemos el maravilloso regalo que nos otorga cuando llega alguien a descubrirnos nuevos sentires, nuevas formas de vivir, y hasta una parte que desconocíamos de nosotros mismos?, ¿cuando alguien nos completa en el modo que sea? ¿Tan fácil es decirnos: la vida sigue o ya habrá más? Sé que no lo es. Que no lo es para (casi) nadie. Para (casi) nadie al menos que sepa ver dónde reside la nobleza y lo valioso del ser humano. Pero también sé que a veces dejamos ir equivocadamente. Con negligencia permitimos que se nos escapen entre los dedos, inconscientes y frívolos. Y que por desgracia este principio se aprende y comprende por completo cuando se ha experimentado en propias carnes lo irreparable. Cuando no queda más. Cuando ya no hay remedio.
          Claro que no habrá nada ni nadie que pueda extraerme del corazón la impronta perfilada por algunas personas, pero es que necesito esa marca a mi lado, esa presencia física, esa vida compartida con esos elegidos. Y jamás me acostumbraré a perder de ese modo. Al contrario. Cada vez menos...


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