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HISTORIAS DEL AMOR CUASIPROFUNDO (2) - Entrega y compromiso hasta fin de mes

By María García Baranda - marzo 15, 2017









-¿Vamos a ir?
-¿A dónde?
-¿Cómo que a dónde? Pues a casa de mis padres, es el cumpleaños de mi padre y hemos quedado en ir a comer.
-¿Hoy domingo?
-¡Claro que hoy domingo! ¡El cumpleaños es hoy!, ¡la celebración es hoy! De verdad que alucino. No puedo contar contigo para nada.
-Mira tía, no me rayes. Ayer llegué a las tantas, estoy cansado y no me apetece ir. Vete tú, ¿a mí qué me cuentas? Son tus padres y me estás metiendo bastante presión.

     Ella comió ese día con sus padres y con su hermana. Sola. Él se quedó en casa y echó una siesta de cuatro horas. En casa de ella, por cierto. Pasaba allí más noches que en su piso. Era más céntrico, más grande, más luminoso, y… más cómodo. Entre otras cosas porque no tenía que compartirlo con sus tres compañeros. A eso de las ocho ella volvió a casa y tuvieron la bronca del siglo. Él marcó bien sus distancias y le recordó que en ningún momento le había prometido hacer de parejita feliz, ni entrar en los rollos de su familia. Ella le dijo que eso ocurría solo cuando le convenía y que cuando tuvieron que acudir a su hermana para que le echase un cable con la subvención para su tienda de discos, entonces no le había importado.

-Joder, tía, ¿lo de la tienda otra vez? Hace un año que la cerré.
-Exacto. Un año que cerraste. Dos que la abriste. Y dos y medio que tú y yo estamos juntos. Pero no pinto un huevo. No tienes compromiso alguno conmigo, pero casi vives aquí. Vas a tu bola. Casi no conozco a nadie de tu gente. Y un largo etcétera.
-No me agobies. ¡No aguanto que me controlen! 
-¿Quién te controla? Mira, tío, estamos o no estamos, pero a mí no me uses para estar acompañado, echarme un polvo y vivir de gorra.

  Él se largó a ensayar dando un portazo. Ella se quedó en casa llorando hasta quedarse dormida. Al despertar vio un cartel encima de la mesa. Anunciaba un concierto del grupo de su… ¿novio? Para el próximo viernes. Ese viernes fue a verle tocar. Él le dedicó una canción. Ella se quedó encantada. Fin del problema. 
  Ya han pasado ocho meses desde entonces. Él se ha mudado a casa de ella definitivamente. Ella suele ir los domingos a comer a casa de sus padres mientras él echa la siesta. Él se está pensando irse unos meses a Ibiza para montar un grupo con unos colegas que viven allí desde el año pasado. Ella no lo sabe aún, pero no le hace falta. Tiene una canción para ella y está… ¡tan enamorada!!!




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