TEXTO EXPERIMENTAL: ¿Se puede realmente poner a parir a quien se quiere?
Este texto pretendía que yo me abriera en canal y ensangrentara el texto. Lo pretendía, sí. Pero..., veamos.
Este texto es un acto fallido. Este texto es un acto de amor.
Consejo de escritor: "Escribe duro y claro sobre lo que te hiere". Consejo de Ernest Hemingway. Me atrapan esas palabras y siempre que las leo me invaden un coraje interno y un golpe de valor para hacerlo. Me digo: "¿por qué no?, ¡sabes hacerlo!". Y sé. Naturalmente. Y a veces me propongo -y alguna hasta consigo-, ser más dura y más ácida. Pero lo que me hiere, no ya lo que me enfada o incomoda, lo que abre mis heridas es tan íntimo, tan profundo, tan delicado que viene del amor la mayor parte de las veces. Y si de allí viene, a quien amo es quien me hiere o yo a él. Y si amo lo protejo y lo cuido, y aunque a veces lo dañe, no quiero herirlo. Y si soy dura y clara, lo puedo lastimar. La espiral ya está hecha, enroscada a su cola y al final, sí, me expreso, pero va con cuidado, con mesura. Aunque no lo creyera.
Dura y clara con lo que me hiere... fuerte tentación. Voy a intentarlo. Si Hemingway lo dijo, será por algo. Vale que terminó pegándose un tiro, solo y alcoholizado, pero la teoría la tenía aprendida. Y saber escribir, yo creo que sabía. Y sabía de amores, de dolores, de emociones variadas. Así que, aunque suicida, le haré caso. Y probaré a arrancarme las palabras de cuajo y con ellas un poco de la piel. Será por ser valiente,... ¿no?
Lo que me hiere... Lo que me hiere tiene siempre aspecto de abandono. O de ausencia. O de fácil olvido. De abandono mental, de abandono del cuerpo, de abandono de corazón esencialmente. En todas sus variantes.
Me hiere alguna frase que me haga sentirme insuficiente y plagada de defectos. Me hiere no llegar, no ser bastante o decepcionar..., aunque sea incorrecto, aunque eso esté en mi mente y...
(...) Hasta aquí llego. No puedo continuar con el experimento. Es la primera vez que doy salida a un texto que dejo inconcluso por falta de capacidad. Y no es por falta de valentía, es por abundancia de sentimiento. Si alguna vez he de decir lo que me hiere, lo haré por salud propia y ajena, pero de otra manera. En bajito y más dulce. A cambio de saber lo que hiere de mí. Pero así en alto, tan claro y tan duro, yo no puedo. Mientras siga sintiendo. Si alguna vez he de soltar sapos y culebras lo haré con voz directa y con destinatario. Pero así, por escrito, aunque hable de mí, aun siendo yo la dueña de dichas emociones, aun siendo mis dolores, mis heridas,... así no. Solo el imaginar dañar a quien pueda leerlo, me hace soltar las teclas y me entristece el alma. Así no puedo. Y decididamente no voy a hacerlo. ¿Para qué además? Si toda historia tiene dos versiones, dos intérpretes, dos corazones,... ¿Para qué?
(Qué poco dura el rencor. Cuánto se puede querer. Y cuánto cuesta olvidar. Por más que el amor no avise en su llegada, ni tampoco el olvido).
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