¿TE ASUSTO? - LAS CHICAS (y los chicos) DE MI GENERACIÓN
By María García Baranda - noviembre 06, 2016
SERIE: LAS CHICAS (y los chicos) DE MI GENERACIÓN
Capítulo IV: ¿Te asusto?
No pensaba yo abordar el tema de hoy. Miles de letras escritas a cerca de la emancipación de la mujer, del papel de las féminas en estos últimos cuarenta años, la figura de la mujer independiente,... Y muchas miles más, especialmente en las revistas femeninas, sobre el efecto provocado en los hombres de nuestra generación. Mujeres y hombres de mi quinta hemos de enfrentarnos cara a cara con los roles profesionales, de poder y de carácter personal y social de los otros, y reubicar nuestras posturas. Y si ya he hablado de los porqués de esa dificultad de asimilación -el ser una generación a caballo entre dos maneras de vivir muy distintas-, retrocedo ahora un paso para detenerme en la casilla de salida: el momento de prestarse atención y elegirse. Llego al fin a la cuestión: ¿se asusta un hombre hoy día ante una mujer independiente e inteligente?
Presumo que cuando un hombre lea esta expresión dará un salto hacia atrás y soltarará un "¡anda ya!"; pero es que si me he decidido a plantear este tema, es porque hace unos días fue precisamente un hombre de mi generación quien me lo afirmó tal cual. Hablábamos sobre las relaciones personales, sobre el momento de fijarse unos en otros, de sentirse atraídos por determinados rasgos mutuos, y finalmente por la posibilidad o no de comenzar algo juntos. Evidentemente salió el tema y se puso encima de la mesa la opinión de ambos sobre si una mujer de mi edad, inteligente y de vida independiente, intimida al consciente o subconsciente de un hombre. Solté la lengua y le pregunté por su visión sobre el hecho de que cada vez haya más mujeres, consideradas guapas, inteligentes y con las cosas claras, a las que les cuesta consolidar un vínculo estable y llegar a una relación de pareja. De hecho, antes de llegar a ese punto le pregunté sobre mí. Le lancé, mitad lastimera y mitad dudosa, eso de ¿qué problema tengo yo?, ¿qué pasa conmigo? Ahí fue rotundo y me dio el empuje para escribir sobre esto hoy. Me contestó: "tal vez los asustes". Me quedé ojiplática y diré por qué. A mis años habré oído hablar de ese tema o lo habré discutido con otras mujeres, aproximadamente dos mil veces. Me quedé pasmada porque siempre quise negar ese principio. Siempre he abogado por que nadie se sintiese amenzadado hoy día ya. Y siempre he creído que era un tópico principalmente utilizado entre nosotras como consuelo. Evidentemente que la opinión viniese de un hombre le dio más credibilidad. Y es que se trata de un hombre de cuarenta y tantos, con estudios superiores, buena carrera profesional, inteligencia, experiencia vital, atractivo físico. Es decir, alguien que coincide con el prototipo de mujer de la que hablamos y por tanto que no tendría por qué sentirse en desventaja con ella como para asustarse. Y precisamente por eso me sorprendió, porque afirmó que eso ocurre y que a muchos les sucede aun sin darse cuenta. Más allá de situarme con dichas cualidades -piropo que por cierto le agradezco-, me expuso la posibilidad de que asustase a los hombres por ese motivo. Me planteó además que una mujer de mis características resulta atrayente por esas mismas que después pueden hacer que un hombre salga en sentido contrario. "El caso es que nos gusta una mujer así, pero tal vez eso nos hace frenar sin darnos cuenta". Le pregunté la causa y me hice cruces porque no entendía cómo si eran como un imán cuando veían a una chica inteligente, profesional, atractiva, decidida,... eso podría llegar a convertirse más tarde en un obstáculo. No me concretó, pero me dijo algo que no se me va a olvidar, algo así como que los hombres de nuestra generación se encuentran muy perdidos y que ya no saben cómo tratarnos y/o como esperamos nosotras que lo hagan. No tuve por menos que asentir, porque realmente creo que nosotras nos sentimos exactamente igual respecto a ellos y que unos y otros nos alimentamos esa confusión mutuamente. "¿De verdad que crees que se asustarán?", le dije, de nuevo...
A decir verdad, no es la primera vez que lo oigo decir, pero me va a costar asimilarlo. Eso por no hablar de las posibles causas, si me da por hurgar en ellas. No me atrevo o no alcanzo esta vez a especular. Hoy en mi artículo no hay hipótesis ni conclusiones de esas razones, porque ni siquiera soy capaz de deducir si es cierto que eso ocurre. Hoy mutilo estas letras y no les pongo final, porque realmente no tengo una respuesta. Me mantengo a la espera y serán los hombres los que me resuelvan este misterio. Admitirlo aquellos que así lo sientan; afirmarlo los que aunque no se sientan identificados, sepan que es muy posible; y mirarse sinceramente a sus adentros los que crean que no, por si ven ahora algún atisbo de ello. Ellos y solo ellos. Prueba de cargo. Y que me saquen de dudas. ¿Es posible? Pero, ¿por qué? ¿Miles de años de evolución a la basura? ¿Instinto animal natural?
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