Decir o no. Poder decir o no esas cinco palabras se traduce en silencios, en los días y noches sin mirar a los lados, en enorme castigo de vacío.
Tú y yo nos amamos.
La ausencia de un plural lo convierte en locura. Enajenada yo de un espejismo. Y que el tiempo verbal, ambivalente él y homógrafo cual es, pudiera ser presente o bien pretérito, en fatal coincidencia.
Está en ese silencio, latido impronunciable, ese castigo. En el medio camino, el dibujo borroso, el ruído, interferencia. En no poder saber lo que vivimos. En no poder hablar con propiedad. Al menos para mí. En no poder decirlo al natural. Que tal vez no en presente, pero ¿en pasado, al menos?… Tampoco en un pasado, no es permitido. He guardar silencio. Castigo pues, bien digo. Y en hablar de nosotros y que aparezca un yo. En que exista la ausencia de un plural para el verbo.
Cinco palabras, cinco. Tú y yo nos amamos. Y no poder decirlo. Y sentirme por ello terriblemente sola. A la deriva. A bordo de una tabla sin vela, sin rumbo y sin timón.
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