EL PORQUÉ DE LAS PAREJAS

By María García Baranda - diciembre 01, 2016

  
     INTRODUCCIÓN

  El ser humano es un animal social, eso lo sabemos, pero, ¿os habéis preguntado si en dicha interacción estamos descuidando nuestro desarrollo individual? Evidentemente es intuíble que si lo planteo aquí es porque yo misma me he formulado la pregunta y me he respondido con un absoluto sí. Y resulta además contradictorio, porque al tiempo que creo que la carencia de progreso y crecimiento individual es demoledera hoy día, observo -como comento muchas veces-, que el individualidmo se incrementa a pasos agigantados. Y como animales sociales que somos y al tiempo obsesos proveedores de satisfacción individual lo más inmediata posible, nos lanzamos a vivir en pareja sí o sí. Caiga quien caiga. Funcione o no funcione. Aporte o no aporte. Pero en pareja. De forma que así paliemos nuestras deficiencias, inseguridades y carencias, y amortigüemos o tapemos nuestros miedos. Hasta aquí diréis que me he puesto de un tono más negro que la noche más oscura, pero nada más lejos, que estáis leyendo al epítome del asunto amoroso y de lo romántico, ya lo sabéis. Lo que pretendo es ofrecer mi visión de las correctas, fructíferas y sanas vivencias en pareja contrastándolas con aquellos emparejamientos erróneos.  


 EL ESTADO DE MI CUESTIÓN

  Para poder hacer el ejercicio que hoy me propongo he de partir de mí, lógicamente. Y no me refiero solamente a lo que yo pienso, lo que yo veo, lo que yo vivo; sino al estado vital, mental y de crecimiento que atravieso. Así pues, puedo decir sin pudor que me queda un mundo por aprender y que juro que estoy trabajando a velocidad de vértigo por saber, conocer, entender,... y fluir. Imperiosa necesidad. La vida me va poniendo en el camino, como a cualquiera, trabas y satisfacciones para ello y sobre todo a quien de un ¡zasca! me enseña a aprender otra visión de las cosas y a mirar por otros ojos. Eso me pasa por listilla, ya que de pronto, tan análitica yo, me quedo con el culo torcido por la sorpresa -satisfactoria- ante ciertos gestos. Gestos que llegan para mostrarme que he de tener los ojos bien abiertos para observar que no lo he visto todo, y que en cuestiones de relaciones personales puedo equivocarme y mucho. ¿Por qué? Por prejuicios arraigados, como siempre. Sea como sea, la sensación de recibir, cuando menos se lo espera una, una lección de la vida, una lección de alguien a quien se quiere, me resulta de enorme valor, puesto que me hace mayor mella que la más compleja de mis reflexiones, además de hacerme ganar en sana humildad. La  cuestión es que a estas alturas llevaba tiempo pensando que la sociedad estaba enferma casi en su totalidad, especialmente en cuanto a relaciones sentimentales se trataba. E igualmente pensaba que la inmensa mayoría iba a su aire, sin importar más. El resultado era el creciente número de parejas que veía a mi alrededor y que se mantenían unidas por interés o por cuestiones que a mí ni fu ni fa. Pero justo en la caída, se me presenta ante los ojos una gran gesta de la mano precisamente de quien se lleva toda mi atención y al respecto y todo mi sentimiento. Y eso me hace quitarme de un manotazo el antifaz de la desconfianza y comenzar a pensar en gestos nobles, en gestos no tan nobles, en razones diversas para que las personas nos apeguemos o no a otras personas. Mi objetivo ha sido empaparme todo lo posible sobre el tema y meterme de lleno en análisis psicológicos y emocionales del asunto, para acabar topándome con varios estudios sobre: las causas que mueven a algunas personas -casi todos en algún momento- a agarrarse a lo incorrecto; las razones que hacen que una persona entre en la vida de otra; y con la verdadera misión que ha de tener tu compañero de vida.

¿POR QUÉ EN PAREJA? 

Uno: causas de emparejamientos erróneos. 
¿Cuántas parejas conocemos que subsisten y persisten aun a sabiendas de que no pintan (ya) nada juntos? Me sé la respuesta. Suele contestarse que se debe al cariño, al proyecto levantado en común, a lo construido,... Todo ello está ciertamente presente, pero no deberían ser nunca las causas de una relación de pareja. Son excusas, son apegos, y son anclajes que nada tienen que ver con el amor. Existen otras igual de confusas o más, como es la dependencia emocional. El miedo a estar solos, el miedo a ser menos, el miedo a no cumplir con aquello que hemos interiorizado desde la infancia como lo esperable, el miedo a defraudar al entorno, el miedo a lo desconocido,... y la sensación de fracaso. Todo ello, sabemos a ciencia cierta, que es un fuerte sostenedor y motivo de prórroga de las relaciones, pero sabemos muy en el fondo que no son motivos reales para seguir cuando ya no queda nada. ¿Y qué es esa nada? Un amor auténtico maduro y con sentido. ¿Y en qué consiste ese sentido?

Dos: ¿por qué te cruzas en mi vida?, ¿por qué me cruzo en la tuya?
Cada una de las personas que entra en nuestra vida tiene un cometido en ella. Del mismo modo que nosotros la tenemos en el otro. Cuando se trata de parejas o potenciales parejas, no estamos ante una excepción, sino más bien al contrario, ante un ejemplo de cometido y función a cumplir potentísimos. En el caso de las parejas que aparentemente son tóxicas, incorrectas, abocadas al fracaso, también hay un cometido. Bien puede ser mostrarnos justamente aquello que desconocíamos que nos hace infelices, que no queremos, que nos apaga. O puede darse el caso de que la pareja se torciese después de un tiempo y dejase de funcionar. En tal caso, nos hallamos ante el ejemplo de una misión finalizada. Esas dos personas se aportaron todo lo posible y se agotó. Si la ruptura, aun dolorísima, irrumpe, es más ni menos porque la vida te la está poniendo delante para que no te estanques y sigas  creciendo. Y si se da el caso de que la vida te presenta a alguien que inesperadamente te muestra caminos distintos, hasta entonces desconocidos y atrayentes, es porque en tu trayecto estaba marcada la necesidad de adentrarte en ese tipo de vida para ser más feliz. Todo esto, no tiene absolutamente nada de esotérico, es puro material subconsciente que nos cuesta proyectar a veces y que conseguimos lanzar al exterior otras. De eso se trata de saber cuándo estamos ante una pareja incorrecta que nos resta, cuando estamos ante una pareja que nos sumó pero ha dejado de hacerlo, o cuando estamos ante una pareja que nos suma e incluso multiplica.

Tres: la misión de la pareja.
Una relación de pareja sana, plena y basada en el verdadero amor posee dos funciones: crecimiento y autoconocimiento. Así, el primero de los cometidos de una pareja, del otro, de ambos, de tener pareja, de hecho, es crecer. No es un anclaje, ni un parche para las carencias propias arrastradas desde antiguo. Tu pareja ha de ser un compañero de vida con quien se crece, con quien se comparte el mismo proyecto común desde el punto de vista espiritual y mental, y con quien se avanza paralelalemente. Ni se estanca, ni se decrece. Se crece. Se aumenta la curiosidad, se impulsan el uno al otro a conseguir sus sueños, sus proyectos, sus cambios. Se alimentan y nutren de intereses comunes. Crecimiento. Esa es la primera misión. La otra es la de ser un espejo de nosotros mismos, una fuente de autoconocimiento. Está demostrado que lo que vemos en el otro es un espejo de nuestro interior. Así, si tenemos frente a nosotros un compañero al que admiramos, de quien vemos claramente sus virtudes -idealizadas incluso-, su grandeza, lo especial que posee, es exactamente porque esa persona es quien tiene y nos provoca al tiempo la capacidad de reflejar nuestro inconsciente. Y de ahí el amor, porque en ese justo caso somos capaces de sacar a la superficie al fin nuestra propia grandeza. Esa persona es por tanto quien nos ayuda a crecer y a autoconocernos. Y nos engancha. Y la necesitamos -con cordura-, y la queremos. Eso es un amor maduro y sano.


MI INTERIORIZACIÓN

   
   He tenido que llegar a mi edad y a un estado concreto, fruto de la concatenación de una serie de acontecimientos, para dar con este concepto. Poseía cierta idea de ello, había llegado yo sola a unas cuantas conclusiones que se han ido ratificando a medida que profundizaba en el tema desde un punto de vista psicológico y emocional, como dije. Sea como sea, la vida también me ha puesto el ejemplo delante, para averiguar qué era lo auténtico y qué no. Algo tenía el agua cuando la bendecía, ya lo decía yo. Pero venía yo notando algo. Algo que definía como un sentimiento más grande y generoso. Esto era. Ciertamente.  
  Y ahora que he hecho el análisis y lo he entendido, hago sitio y me centro en las emociones y en eso que digo que el amor hay que sentirlo más que pensarlo. Y del mismo modo me digo, que es coincidente. Que mi mente mantiene a quien habita en mi corazón y que si se hizo su hueco en él es porque encajaba perfectamente con lo que antes he planteado. Una puerta al mundo y a mí misma, incluso a todo aquello de lo que no era consciente.





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