ENTRE LOS CADÁVERES DE OTRO HOLOCAUSTO CONSENTIDO

By María García Baranda - diciembre 22, 2016








1923. Fin del conflicto bélico en Armenia. Iniciada la Gran Guerra, comienzan las agresiones que desembocarán en el Genocidio de un millón ochocientos mil armenios a manos de Turquía e Imperio otomano.
1945. Fin de la Segunda Guerra Mundial. En los seis años que dura el conflicto, el Genocidio nazi deja seis millones de judíos y medio millón de gitanos asesinados.
1994. Genocidio de Ruanda. Casi un millón de ciudadanos Tutsis asesinados en poco más de tres meses.
1995. Guerra de la ex-Yugoslavia. Genocidio de Srebrenica. Ocho mil musulmanes bosnios son asesinados en tan solo diez días.
2010. Firma de la tregua en la Guerras Civiles de Sudán. Tras doce años de conflicto, el Genocidio de Darfur deja cuatrocientos mil asesinados de sudaneses de raza negra.
2016. Tras cinco años de guerra en Siria, el Genocidio de Alepo eleva su cifra ya a medio millón de musulmanes a manos de una coalición eslavo-chiita. 

  Imperio Otomano, Adolf Hitler, Gobierno Hutu, Radovan Karadkic, Baggaras,  Coalición eslavo-chiita. Territorio, raza y religión, poder económico, lucha contra el terrorismo islámico,... Execrables crímenes contra la humanidad, contra niños y ancianos, hombres y mujeres inocentes, desprovistos de protección y defensa, a manos de perturbados  verdugos, nigérrimos iluminados y grandes potencias consentidoras.
     Que el hombre tropieza siempre en la misma piedra es ya contenido recogido hasta por las expresiones populares. Que el hombre está condenado a cometer siempre el mismo error es asimismo asumido. Que peor que la maldad es la inoperancia es cuestión ya archidemostrada. Así que torpeza, recurrencia y pasividad son los tres grandes males que provocan que el ser humano se destruya sin compasión y repita por quinta vez en menos de cien años un espantoso holocausto.
    El fatídico turno es ahora de Alepo, Siria. Bajo una supuesta causa loable, la lucha contra el terrorismo islámico, la comunidad internacional, los grandes líderes políticos y religiosos, la opinión pública y el ciudadano de a pie condenamos la masacre terriblemente conmovidos y apenados. Y no hacemos absolutamente nada por impedirlo. Y diré que ojalá fuese "únicamente" motivo de vergüenza eterna, porque mucho me temo que el silencio práctico de la todopoderosa y benevolente ONU, así como de la Unión Europea, de EEUU, y de otras grandes potencias mundiales tiene más de interesado negocio y de saqueo, que de hipócrita diplomacia y de cómoda pasividad. El cazo está puesto y los grandes estados no solo observan cómo se desintegra una nación y se aniquila a cada inocente, sino que contribuyen con toda su artillería -real y metafórica- al exterminio. EEUU bombardea. Francia bombardea. Reino Unido bombardea. Arabia Saudí desgarra. Israel vende armas y observa... Y así una larga lista. Porque hay negocio más rentable que el de una guerra. Que, ¿por qué? Porque en primer lugar, y en la etapa previa, engorda al negocio armamentístico vendiendo material a ambos mandos. Una vez bien dispuestos, proporciona contratos millonarios sobre los terrenos robados en el conflicto y sobre las tareas de reconstrucción de un país, antes incluso de que este sea arrasado. Tras ello, campo abonado para que se instalen las grandes empresas de los invasores y con ello monopolio del mercado. Y por supuesto, limpieza. Limpieza de seres humanos, así, en general, porque somos muchos y de vez en cuando hay que aligerar. Y limpieza de cualquiera que pueda hacer sombra, reivindicar o entorpecer el festín. Limpieza de ciudadanos de segunda, porque sí, claro está que lo son. Lo son porque nadie hace nada por ellos. Lo son porque son considerados únicamente daños colaterales. Lo son porque han sido etiquetados de mercancía sacrificable en pos de un bien -material- mayor. Lo son porque son negros, judíos, musulmanes,... minorías. Lo son porque además son acusados de los siete males de la humanidad con el fin de justificar lo injustificable ante cuatro paranoicos, pero lo que es aún peor, ante nosotros mismos. 






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